Si menciono el número 84, ¿qué le viene a la mente? ¿La edad de un anciano? ¿Millones? ¿Millas? ¿Países?

Ese es el número aproximado de renuncias y/o despidos en este cuatrienio, veinticuatro de ellos en menos de un año. Estoy seguro que usted se ha quedado con la boca abierta. Definitivamente un país no puede progresar con esos números y mucho menos en tiempos de crisis.

Les quiero traer el ejemplo de cómo debe funcionar una empresa privada para tener éxito. Aclaro que jamás, jamás, pretendo presentar el servicio público como una empresa privada. Pero muchos conceptos pueden coincidir. Aquí algunos.

Una empresa exitosa tiene como prioridad el cliente y para eso establece un buen plan de trabajo, estrategia, mercadeo y diseño de productos que suplan la demanda del consumidor. Un buen gobierno debe tener como prioridad su gente, sin distinciones de colores, raza o religión, adaptando su programa de gobierno e ideología al mejor beneficio del pueblo.

Para establecer una empresa exitosa es importante cuidar y respetar al empleado, dándole recursos y motivación para prestar un buen servicio. El gobierno, de igual forma, debe apoyar e incentivar, permitir el desarrollo profesional del servidor público para que -eventualmente- sea el pueblo quien se beneficie de un servicio de primera. Para esto no hacen falta grandes recursos económicos.

Ese servicio debe llegar de forma eficiente y ágil como resultado de una estructura que funcione de manera descentralizada pero siempre supervisada, transparente y rindiendo cuentas. Eso es conocido como buena gobernanza.

Empresario que desconoce lo que sucede en su empresa está destinado a llevarla al fracaso.

Jefe de agencia, director de agencia o gobernante que no conozca lo que pasa en su área de trabajo correrá la misma suerte, junto a los servidores públicos y al pueblo que necesita de esos servicios. Eso es control del proceso, algo de lo que hemos carecido cuatrienio tras cuatrienio por los pasados treinta o cuarenta años.

Empresa que no se mantenga actualizada acorde a los tiempos siempre permanecerá rezagada, arrastrando los pies y en desventaja. Las propuestas politizadas, el incumplimiento de promesas, la devolución de favores políticos, el clientelismo y la total ausencia de visión han destrozado y paralizado el servicio público creando un ambiente de canibalismo que ha detenido el progreso de Puerto Rico.

Una empresa que no vele por el buen uso de su capital va derechito a la quiebra y su desaparición. No creo que tenga que abundar mucho sobre el particular. Existen más de ciento veinte billones de razones que llevaron al país a la quiebra por malas administraciones de ambos partidos que han resultado ser cobardes, que escondieron la basura debajo de la alfombra, que siguen pensando en su salvación individual y que viven del servicio público para lucrarse.

Una empresa es exitosa cuando reconoce que su razón de ser son sus empleados y sus clientes y que, en la medida que no respete su propósito y no retribuya a la sociedad y a quienes han aportado a ese éxito, comenzará a dividirse y eventualmente iniciará un éxodo de recursos que los hará fracasar.

Muchos políticos ven la administración pública como su empresa, un negocio, un instrumento para beneficio propio, un ajedrez donde mueven sus fichas de forma maquiavélica para lograr sus propósitos. Así se han llevado enreda’os nuestros mejores talentos, servidores públicos y nuestros grandes sueños y recursos.

Ya vamos por más de ochenta, pero pronto nadie se atreverá a formar parte del servicio público. Ese es el verdadero gran debate. Lo demás son puras habladurías.