31 de mayo de 2018. Fecha que marcará mi vida. Hoy cumplo 58 años y cuando quizás, debía estar pensando en bajar revoluciones como profesional, tengo que comenzar de nuevo.

Muchos de ustedes ya conocen de mi condición de salud, distonía de tensión muscular, que me provocó una disfonía espasmódica perjudicando mi voz. Sí, la voz, el instrumento con que me ganaba la vida.

Pero hoy no voy a escribir de cómo y cuándo se dio. Quiero que conozcan mi experiencia en la búsqueda de respuestas ante una enfermedad poco conocida. Fui atendido por 13 profesionales de salud quienes se dedicaron de corazón a encontrar respuestas a mi padecimiento.

De igual forma trataban con ternura, respeto y devoción a sus pacientes. Estos especialistas trabajan duro y con amor pese a las limitaciones. Estoy y estaré eternamente agradecido a ese grupo doctores, tanto de oficinas privadas como en el Centro Médico en Río Piedras, quienes dejaron ver una vez más que nuestra clase médica no tiene nada que envidiarle a alguna en el mundo. Para ellos mi respeto.

De otro lado, era increíble ver cómo personas con serias y complicadas situaciones de salud me daban ánimo y me alegraban las horas de espera. Gente humilde, buena, limitadas en recursos que, con miradas lánguidas y agotados físicamente, esperaban pacientemente su turno con fe y tolerancia.

Así es su día a día y después del huracán María se les ha empinado la cuesta. Fueron muchas las historias, tanto de médicos como pacientes, que dejaban ver la crisis que enfrenta nuestro sistema de salud.

Volviendo a la gente, nunca pensé que me quisieran tanto. Cuando comencé a retomar el día a día, recibí frases de apoyo y aliento, pero sobre todo oración. Fue y sigue siendo maravilloso el abrazo del desconocido, el deseo de ánimo y el “sigue adelante que te queremos”. Hice todo lo posible por contestar los mensajes en las redes sociales y aún hoy lo intento. Tengo fotos con personas que me detenían para pedirme un “selfie” que no era más que una pausa para expresar su cariño. Principalmente viejitas, quienes no paraban de darme besos y expresar su cariño. “Las doñitas saben”.

Ha sido un proceso duro, pero no tanto como el que vive la inmensa mayoría del País.

Ustedes, gente querida, lo han hecho más llevadero. Doy gracias por eso. Hoy más que nunca creo en el poder de la fe, que Dios te pone las herramientas, los recursos y la gente para levantarte y seguir adelante. Que debes aceptar para poder entender lo que te sucede y partir de ese punto para recomenzar y establecer nuevas metas. Como cantaba Tony Croatto: “Yo habito una tierra luz” y que soy bendecido.

Hoy llego con “Mi nueva voz” a llevar buenas nuevas y poner de manifiesto la grandeza de este pueblo que, con virtudes y defectos y con lo que nos divide, es de corazón noble y bondadoso.

Hace unos días una gran amiga me envió un mensaje en el cual me expresaba su apoyo y su tristeza por el difícil proceso que enfrentaba y esta fue mi contestación.

La vida me sacó del expreso y los caminos pavimentados y me llevó por caminos de tierra, a veces escabrosos, pero llenos de flores, luz, sombra y cantos de aves. Tenía problemas de estrés, exceso de trabajo y cumplía con mis compromisos.

Hoy soy uno más de los que a veces se les hace cuesta arriba cumplir con los acreedores, pero disfruto mucho más de mi familia. Los días han sido duros, pero me esfuerzo por retomar. Veo el sol cada mañana desde mi terraza y no desde mi auto. Disfruto de la lluvia desde mi ventana y no desde el cristal de una oficina. Veo caer la tarde mientras corro por mi vecindario y no entre las luces del tránsito pesado. Ya no me quedo dormido por cansancio, si no por el canto del coquí.

La condición y yo compartimos el mismo cuerpo, pero no el espíritu. He seguido adelante precisamente porque cuento con Dios, mi familia y ustedes.

¿Qué más puedo pedir? Esta es mi nueva vida. Esta es “Mi nueva voz”.