Soy un apasionado de la música, las canciones y el mundo del espectáculo.

Desde niño acostumbraba a ser el nene presenta’o quien, a la hora de cantar frente a sus compañeros de clase, no lo pensaba dos veces para hacerlo.

Ese amor por las artes no era muy del agrado de mis progenitores quienes veían esa actividad como una distracción en mis estudios.

Demás está decir que siempre cantaba y mis maestros me ayudaban a “taparme” para que mi papá no se enterara. Ellos decían que lo hacía bien y yo me lo creía.

Ya en una edad de preadolescencia tenía mis cantantes favoritos.

Más allá de los grupos e intérpretes del mercado anglosajón, sentía una gran admiración por Lucesita Benítez, Chucho Avellanet, Danny Rivera, Sandro y muchos otros. 

Entonces amplié mi visión hacia Europa con Tom Jones, Nino Bravo, Rafael Martos, Camilo Sesto, Rocío Dúrcal por mencionar algunos.

Tan solo tenía 10 años cuando escuché al mexicano José José interpretar “El triste” en el Festival OTI de la Canción Latina. Su voz poderosa y sutil, única y de gran armonía, captó mi atención. Era el nacimiento de quien sería un monstruo de la música y la balada pop. 

Cuantas veces canté encerrado en mi cuarto esa hermosa canción. No se engañen, alcanzaba la mayoría de las notas, pero ese último “ayudarme a vivir” sostenido era un calvario. Aprendí a utilizar un débil falsete para sentir que había enfrentado el reto.

Para ese tiempo y según mi poco conocimiento de la música, la mayoría de los cantantes solistas tenía voces poderosas y reforzaban sus interpretaciones con toques de drama y un lenguaje corporal que fortalecía su interpretación.

Pero el bien llamado “Príncipe de la Canción” tenía un estilo único, no necesitaba de otros recursos para tocar el corazón porque su voz lo tenía todo.

José José cantaba y entre versos y hermosas melodías te hacía llorar, sufrir, celebrar, arrepentirte, perdonar e identificarte con esas vivencias del amor. 

Era que el intérprete mexicano exteriorizaba con su voz sus propias experiencias de vida que fluctuaban entre el éxito, el triunfo y el fracaso, los desamores y sus demonios.

Su partida de este plano terrenal deja al descubierto una figura gigante que quizás pudo haber logrado más, pero como dice en su canción Mi Vida, José José  “rodó de acá para allá, siendo de todo y sin medida”. Al final pudo corregir y dejó un legado musical impresionante. 

Así en medio de una tarde de lluvia y un tanto melancólica busqué en mi “playlist” una de sus canciones y una de mi favoritas. 

Entonces me fui camino a casa escuchando a todo volumen “Tu primera vez”, un homenaje al amor por parte de un príncipe triste.