Llegó a sus vidas cuando menos lo esperaban. De esos ¡ups! que sirven de excusa para justificar que todo ocurrió porque te dejaste llevar. 

Ya había dos chicos que no solo llenaban la casa, sino que también llenaban la agenda diaria. Ahora había que separar más tiempo y comprometer la vida de todos. Cada cual tendría su rol y asignación.

Como suele ocurrir, el tiempo pasaba rápido y ella creció rápidamente. Al principio todo era como un torbellino, pero poco a poco fue adquiriendo madurez. También control sobre los suyos pues con una simple mirada derretía el corazón de todos y se aprovechaba para que la complacieran en lo caprichos.

Todos tenían que ver con ella. Vecinos, amigos y familiares llegaban al hogar allí ella los recibía con dulzura y amor, pero buscando a ver qué le habían traído.

Nueve años pasaron y la princesa de la casa ejercía toda su autoridad. Pero un día las cosas comenzaron a cambiar. Comenzó a bajar poco a poco de peso. Se mostraba inapetente y su larga cabellera roja comenzó a perder brillo al igual que sus ojitos almendrados. 

No tenía las mismas ganas de jugar y tampoco la misma energía. La preocupación comenzó a crecer y rápidamente la llevaron a su médico de toda la vida. ¿El diagnóstico? ¡Cáncer!

Sus días estaban contados. Su familia se encontraba lejos de Puerto Rico y no llegarían a tiempo para pasar juntos la pena. Solo el hijo mayor se encontraba y le tocó manejar la situación. Estudiante de veterinaria, sabía que era verla sufrir o ponerla a dormir.

Sí, Roxy, una Golden Retriever de pelo rojo, que por nueve años fue la alegría de la casa sufría de cáncer terminal. Fue ese hijo mayor quien, a lágrima viva, se acercó, la abrazó, la besó y se despidió en nombre de todos agradeciendo el tiempo vivido. 

Ha pasado tiempo y todavía el recuerdo de Roxy permanece en ese hogar. Al morir, amigos y vecinos fueron a darles apoyo y consuelo. A través de las redes sociales les llegaron mensajes, fotos y anécdotas de amigos que guardaban recuerdos de la mascota. 

Fue entonces que la familia se dio cuenta que más de 80 de sus amigos se habían sacado una foto con Roxy, la dulce Golden que iba saludando con su patita uno a uno los invitados a una fiesta y reunión. 

Roxy fue siempre la princesa de la casa, como lo son gran número de mascotas en los hogares en nuestra Isla. Ellas se convierten en parte de nuestras vidas, en experiencias de alegría y hasta tristeza.

Necesitamos mirar al resto del mundo para aprender sobre la gran responsabilidad de tener una mascota. Tenemos que aprender a adoptar, no comprar, a cuidar de ellos y no abandonarlos cuando ya no sirven y dan problemas.

Sabemos cuán saludable está mentalmente una sociedad por la forma en que tratan los niños, los ancianos y los animales. 

He tenido mis mascotas y guardo gratos recuerdos de cada una de ellas. De Roxy su penúltima foto, con sus ojos almendrados, sonrisa y el “vaso rojo de Aníbal”. Feliz como siempre porque fue bien querida.