“El 50% o más de la población en 36 de los 78 pueblos de Puerto Rico vive en nivel de pobreza”. Ese fue el titular que la pasada semana pasó en segundo plano dentro de las noticias principales en el país. 

Es que el divertimento acapara más la atención. La ley local que “permite” la celebración de peleas de gallos pese a la ley federal que lo prohíbe, la avalancha de candidaturas políticas, las parrandas de políticos en diferentes municipios y programas de televisión y las tiraderas entre artistas y figuras públicas en los medios nos enajena de una seria y peligrosa realidad.

Los resultados del más reciente censo demostraron además que de esos 36 municipios, en seis de ellos el nivel de pobreza alcanzó entre 60% a 64 %. Estos son Maricao, Guánica, Adjuntas, Lajas, Jayuya y Comerío. Los porcentajes más altos se concentran en regiones del centro, sur y oeste donde, seis de cada diez personas están en pobreza. 

¿Y qué es en realidad la pobreza? Cuando uno viaja la isla puede observar residencias con toldos azules, techos de zinc o en lugares muy apartados construidas en altas columnas en el borde de riscos. También niños descamisados con rostros tristes, muchos de los cuales reciben en los comedores escolares la única comida completa del día.

Pero la pobreza es más que eso. Muchas de esas familias, aún en la adversidad de ganarse con gotas gordas de sudor el pan nuestro de cada día, viven y sonríen agradecidos. Sí, saben que viven en desventaja y atrás todo el tiempo, pero se esfuerzan para conseguir el pan y ven el trabajo como algo honroso.

Pero si miramos más allá de esas circunstancias de vida, encontramos gente triste pese a que tienen varios vehículos, ropa de última moda, van a colegios privados y tienen los más recientes equipos electrónicos. Es que viven en constante competencia con la sociedad, con trabajos que les traga la convivencia familiar y la salud. Su verdadera pobreza no está en el bolsillo sino en el espíritu.

Las estadísticas recopiladas demuestran que en Puerto Rico el 44.5% de la población y el 40.9% de las familias viven en situación de pobreza y que la mediana de ingreso en el hogar decreció en 50 municipios significativamente en un 4.9%. El ingreso familiar disminuyó a cerca de $1,047 anuales.

Pero, si miramos más allá de esas circunstancias de vida, encontramos gente triste pese a que tienen varios vehículos, ropa de última moda, van a colegios privados y tienen los más recientes equipos electrónicos. Está en el fracaso de todos los gobiernos que nos endilgaban estribillos como ¡el ELA es el progreso que se ve; lo mejor de dos mundos; estadidad ahora para recibir millones en fondos!, y otras soluciones mágicas que nos llenaban los ojos y barría la pobreza debajo de la alfombra. Vivimos un falso progreso que llegó solo para algunos y enriqueció a grupitos y amigos del alma mientras el resto del país se rompe el pecho y hasta pierden la vida en las carreteras por el agotamiento mental y físico que conlleva el tener tres trabajos para poder vivir con lo básico.

Los huracanes expusieron esa pobreza pero el fracaso del modelo económico y nuestros políticos para enfrentar la pobreza ha sido lo peor. Y mientras desde el norte nos humillan y patean más y más, aquí tenemos prioridades invertidas y oportunidades solo para unos pocos.

Es urgente presentar un plan coherente para combatir y enfrentar la pobreza desde todos los ángulos víabilizando un Puerto Rico trabajador, de economía ágil, productor de riqueza, autosustentable, saludable y educado para acabar con la desigualdad. La pobreza es nuestro principal reto. Lo demás eso solo “divertimento”.