Río de Janeiro. En estos días la ciudad de Río de Janeiro sabe a dos cosas: playa y fútbol. Las dos van de la mano en la Copa Mundial y, de cierta manera, hasta se complementan.

Cuando no hay partidos –como el pasado viernes-, la playa, especialmente Copacabana, se convierte en la atracción principal. La arena se convierte en el “estadio” del día. Allí, cientos de hinchas, turistas y locales convergen para celebrar la ocasión que es la Copa Mundial.

Los quioscos de comida y cerveza se llenan de comensales. Todos ríen, vacilan y hablan, de qué más, pues de fútbol. El viernes, Copacabana era dominada por la marea argentina que poco a poco inunda Río de Janeiro de cara a la final del domingo. Tampoco faltaban los alemanes ni los fanáticos de otras selecciones eliminadas que se mantienen en Río para vivir esta fiesta hasta el último día.

El fútbol también hace acto de presencia y en Copacabana hasta hay canchas con líneas marcadas y portería. A falta de un partido en el Maracaná, decenas de personas rodeaban la cancha para echarle un vistazo al partido.

La playa, sin dudas, ha sido parte trascendental de la experiencia mundialista en Río de Janeiro. Gracias a ese punto de encuentro que ha convertido la arena, el Mundial nunca descansa.

Mientras caminaba el viernes por Copacabana y me disfrutaba el ambiente, caí en cuenta que no habrán muchos lugares mejores que Brasil para vivirse una Copa Mundial. ¿Qué mejor que fútbol, calor y playa en un mismo lugar? Rusia en el 2018 y Catar en el 2022 tendrán unos enormes zapatos que llenar. 

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