El amor de Dios es incondicional
"Como madre me veo guiando, corrigiendo, disciplinando y estoy muy clara que no soy blandita… "

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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Recientemente fui a ver la película Wayward: The Prodigal Son, el hijo pródigo en una versión moderna, y me encantó porque claramente se ven los distintos prototipos de hijos pródigos que hay en este tiempo. Como por ejemplo: el que se va dentro de su inmadurez por ambición, el que no reconoce ni valora lo que tiene, el que es consciente de su condición y manipula conforme a su necesidad, etc.. etc. En fin, el hijo pródigo no es solo el que se va, y eso lo tienen muy claro muchos padres hoy en día, aunque a otros se les hace difícil verlo.
Ahora, lo que siempre me rompe los esquemas, y que muy bien en la película siguen honrando, es el amor incondicional del padre. Es ese amor que va por encima de las barbaridades que hagan nuestros hijos que nos lleva a perdonarlos y a seguirlos amando.
En mi caso, como madre me veo guiando, corrigiendo, disciplinando y estoy muy clara que no soy blandita… Pero amo con todo mi corazón a mis hijas, y solo le pido a Dios que nunca se desvíen del camino correcto y que no abusen de mi amor. Porque es ahí donde muchos hijos hacen y deshacen. Están tan claros de cuánto se les ama que se aprovechan y exprimen a los padres de tal manera que los llevan a pensar : ¿en qué fallé?
Lo triste es que al final son ellos mismos los que se hacen daño, porque cuando esos padres no estén chocarán con su realidad y lamentaran el no haber apreciado, sobre todas las cosas, el amor que les dieron.
Pero más allá hay una realidad: nuestro amor jamás se compara con el amor incondicional de Dios. Es ese amor el que debemos emular, para poder comprender, impactar y transformar a nuestros hijos como también a nuestro prójimo. Es ese amor incondicional de Dios el que vive en el padre del hijo pródigo.
Pero, ¿realmente entendemos que el amor de Dios es incondicional? En otras palabras, no depende ni por condición, ni depende de lo bueno o malo que yo sea; solo depende de su amor infinito hacia nosotros. Difícil de entender humanamente un amor así, ¿verdad? ¡Pero no lo cuestiones!
Es real, tan real que como te dije la semana pasada, ese amor incondicional le pertenece al Dios de las segundas oportunidades.
Tan real, que cuando nos acercamos con un corazón arrepentido, nos acepta y borra todas nuestras iniquidades.
Es ese amor incondicional el que cada día nos llama, nos levanta, nos bendice… y nos sostiene…
No lo pienses más y agárrate de Él!
Con Dios, somos hijas e hijos. Y tenemos el privilegio de recibir y experimentar su amor eterno e incondicional que no se limita a esta tierra sino que trasciende.
¡Dios te bendiga!