Papi es una de las personas más importantes en mi vida. Ha sido mi héroe, mi modelo y en quién siempre pienso cuando me regañaba y me hacía bajar la cabeza con solo mirarme. Mi padre se casó con una pepiniana que cuando su madre enfermó, se fue a cuidarla detrás de la Central Plata en San Sebastián.

Allí, donde el desperdicio negro pestilente de la zafra llegaba, vivía la señora y, de San Lorenzo a San Sebastián, eran sobre tres horas de viaje los fines de semana.

Eran los tiempos donde mi padre acaba de regresar de Chicago a Puerto Rico y, aunque mis hermanos (hermanastros, en realidad) me “buleaban” brutalmente, disfrutaba el viaje con papi en su Suzuki 3 potes.

Papi escuchaba a Luis Francisco Ojeda en WKAQ Radio Reloj todos los días en el carro y con su radio portátil. En aquellos tiempos, Ojeda tenía investigadores y fuentes federales que hacían público los escándalos más grandes y todo desfilaba por su lengua.

Para que tengan la idea del nivel de audiencia, Ojeda llegó a tener números en radio que solo se pueden comparar con programas “prime time” en televisión. Todos escuchaban a Ojeda y su narrativa del Supertubo, la corrupción en Educación, PRIIF y otros que amenazaban con demandas y persecución, pero nadie lo detenía.

Lo que más me hizo respetarlo fue cuando se atrevió a denunciar corrupción en los medios y le tiraba directo a gente de la prensa que tenía problemas de serios conflictos éticos.

Ojeda creía en el periodismo de ayudar a la gente. Su audiencia era tal que con solo llamar lograban que se arreglaran situaciones en AEE o AAA. En la época de Agua Pal Campo, cuando la AAA no llegaba agua a gran parte de la zona rural, Ojeda le prestaba sus micrófonos a las comunidades marginadas y pobres. Luchó correctamente contra la privatización que explotaba a Puerto Rico, mientras seguían los contratos alegres y la bayoya de empleados fantasmas, los que denunciaba repetidamente con nombres y apellidos.

Luego lo vi en su programa del mediodía en televisión. En la hora de almuerzo de la escuela iba corriendo a casa muchas veces para verlo. De él aprendí a aceptar la crítica dura en contra de uno y tratar de digerirla. También, bromear con la audiencia que, a la larga, uno está entreteniendo además de informando.

Muchos piensan que los que hacemos lo que Ojeda hizo por décadas no aportamos. Pero, la denuncia sin duda es parte indispensable de la justicia social. Atreverse a señalar con fuerza lo que está mal provoca que al menos no sea peor la situación. Los corruptos saben que gente como Ojeda no temblará en denunciar lo que está mal, así que, aunque hacen muchas fechorías, podría ser peor sino fuera por el temor a la denuncia.

Ojeda también dio espacio por décadas a legisladores que sí hacían el trabajo de fiscalización. Recuerdo cuando llevaba a David Noriega a sus espacios para plantear lo que indagaban en la organización “Ojo”, donde empleados públicos indignados le filtraban información de malos manejos en diversas agencias.

Ayer, Ojeda anunció su retiro. No lo niego… Fue difícil escucharlo. Fue más difícil aun nuestra conversación. Saber que él quería seguir, que su mente está dispuesta, que su lengua está lista para la denuncia, pero su cuerpo ya le exige pasar el batón.

Recordé que cuando hice denuncias sobre el chat de Telegram y el contenido que vinculaba a los medios, incluyendo la emisora en que trabajamos, fue él quien único me apoyó y se unió a mis palabras. Ese día Ojeda se abrió con el público y nos dijo lo difícil que se le hacía seguir en su espacio ante la realidad de su condición.

Hoy, le digo a Ojeda: Gracias, por sus palabras sobre mí en público y en privado. Aunque me dijo 200 veces que no, a darme una entrevista, quiero que sepas que Puerto Rico está en deuda contigo, maestro. Yo, que sé que no es perfecto el camino hacia la verdad, lo extrañaré porque sé que él la buscaba todos los días.