Cuenta la historia que un gobernador de Puerto Rico ha sido el artífice más genial de la política demagógica. Miguel De La Torre fue un importante militar del imperio español que, al perder contra la Gran Colombia y Venezuela, España lo envió a Puerto Rico para detener cualquier rebelión adicional. Gobernó desde 1823 hasta 1837. Lo que le llevó a la historia fue que, tras perder allá, trajo para acá su filosofía de “baile, botella y baraja” alegando que un pueblo entretenido, no crea rebeliones. 

Al traer el vacilón como estrategia concertada de gobierno, evitó que lo mismo que pasó allá, pasara aquí. Y funcionó.  

Hoy funciona aún mejor que antes porque ahora sí que tenemos mecanismos de diversión y bayoya como nunca. Le metemos a nuestros hijos desde el nacimiento pasatiempos que se han vuelto una industria trillonaria sin el balance entre reír y ocuparse de los asuntos relevantes. 

He estado advirtiendo en esta columna (y en todos mis espacios mediáticos) de las decisiones nefastas para el futuro que se han tomado por la Junta, el gobernador y la Legislatura. Se ha advertido de los acuerdos con los bonistas que solo posponen para el próximo y posteriores cuatrienios escenarios difíciles. Sin embargo, las ocho funciones de W&Y o las cartas de Bad Bunny producen más fervor que la reflexión de lo que dejaremos a nuestros hijos para siempre. 

Veamos: 

1. El acuerdo del IVU (COFINA) entre los bonistas y el gobierno coge cientos de millones para el gobierno actual, pero nos encadena un ancla pagando hasta un billón del IVU en el futuro. Estamos robándole a nuestros hijos y nietos su porvenir, pero en el populismo democrático eso parece ser la norma. 

2. Lo mismo en el acuerdo del BGF que otorga cientos de millones a los alcaldes de ahora, pero clava a futuros alcaldes pagando 3 billones en deuda que saldrán de nuestros impuestos a la propiedad. 

3. En la AEE se tira para adelante el aumento de la luz donde le dimos una mejor garantía a los bonistas para que nos partan en el futuro si no hacemos ajustes ahora. 

El gobierno de la Junta con el endoso y aplauso de Ricardo Rosselló y la Legislatura se aprovechan de los fondos del huracán sabiendo que vamos a tener cinco años de entrada de fondos federales y seguros, pero endilgan a nuestros hijos en el futuro mientras sonríen para la cámara y dicen que aman a la Isla. 

Ante esto, en Puerto Rico ni un chícharo se ha tirado en la calle y las convocatorias a la protesta solo logran likes en Facebook, mientras demonizamos a quienes sí protestan. 

Al parecer, la gente tomó una decisión consciente de estar aquí mientras sea más o menos “cool”, pero una vez la cosa se complique la revolución será la compra de un pasaje. De hecho, la apatía boricua al proceso electoral se viene manifestando tanto en las elecciones de aquí como en la Florida. Allá también vimos el fenómeno en el que los puertorriqueños aún sabiendo que su voto es decisivo, tampoco participaron como esperado. 

Reportes de medios de Estados Unidos cuentan la baja participación del electorado boricua en la Florida, aunque se esperaba que tras el huracán María hubiera una vorágine activista. Según datos preliminares, esto no ocurrió. 

En las pasadas elecciones locales, había 2.7 millones de personas sobre 18 años en Puerto Rico según el Censo, votaron 1.58 millones, 1.1 millones no fueron, aunque en 2016 hubo fervor con candidaturas independientes que sin estas la participación hubiera sido todavía menos. En las elecciones anteriores votaron 1.8 millones, en 2008 participaron 1.9 millones. O sea, un millón de boricuas adultos tampoco votaron en pasadas consultas. 

Obviamente, la emigración ha tenido su efecto, pero los números del Censo muestran más apatía que emigración como el factor clave ante la indiferencia del pueblo de la política. Esto, a pesar de que sabemos que, aunque uno se desconecte de la política, la política nunca se desconecta de uno. 

Si la apatía continúa y no cogemos en serio estos asuntos solo resta: This is the captain speaking on board of flight 1334 from San Juan to Orlando.