Gatilleros: El caso de María Judith Díaz Castro
María Judith, 14 años después, se vuelve otro lapidario caso que hiere la conciencia jurídica y de la prensa.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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En el 1999 hubo una reducción enorme en asesinatos. De 652 en el año anterior a 567 parecía que iba mejorando el País, pero luego volvieron a dispararse. Sin embargo, aun las frías estadísticas no dicen la verdadera historia. Históricamente en Puerto Rico se esclarecen entre 30 a 40 de cada 100 asesinatos que ocurren. Menos de 10 de cada 100 llegan a los tribunales y los responsables son encontrados culpables. La mayor parte de las veces los sicarios de un asesinato hoy son ultimados mañana por un sicario adversario, por lo que a las cortes llegan muchos menos casos de los que ocurren.
Entre esos 567 asesinatos de 1999, hubo un doble asesinato en una gallera de Naguabo. Allí se fraguaba, entre espuelas y pedazos voladores de la pobre ave que utilizan para apostar y hacer dinero, el asesinato de Efraín Peña Dieppa. Pero dispararon al garete, alcanzando también a Julio Luyando Carmona, sin este tener pleito con ellos. Así murieron, pero la tragedia solo comenzaba.
La testigo principal del caso, Sharon Pláceres Sáenz, dijo que vio a los cinco hermanos Díaz Castro asesinar a las víctimas. Resultaba que de los cinco hermanos, dos vivían en Estados Unidos y no estaban en la Isla al momento del arresto. Después cambió su versión la testigo y ahora decía que vio solo a tres hermanos que vivían en Puerto Rico. Aun así la Fiscalía prosiguió con el caso con esa testigo principal. Yajaira Soto Soto fue la otra testigo. Entonces le hizo coro a Sharon, su prima, quien supuestamente la había amenazado si no decía lo que dijo en el juicio.
Se escondió prueba exculpatoria, documentos desaparecieron, datos medulares no fueron pasados a la defensa como es obligatorio que ocurra bajo el derecho penal. Testigos fueron escondidos y desaparecidos. La propia madre del asesinado admitía que a su casa fueron unos sujetos a buscar a su hijo y cuando no lo encontraron le dijeron que iban a asesinarlo. Ella afirmó que los acusados eran inocentes, que quienes mataron a su hijo fueron estos gatilleros que fueron a su casa a amenazarlo. No la escucharon. El veredicto del jurado fue… CULPABLES. La sentencia para los tres hermanos Díaz Castro fue CADENA PERPETUA.
Los hermanos llevan más de 12 años cumpliendo la condena y 14 años encerrados desde que pisaron por primera vez la cárcel. Ahora ambas testigos se retractan. Admiten que mintieron en el juicio pues si decían todo aquello les bajarían sus penas por los delitos que habían cometido. La prueba exculpatoria desaparecida y las declaraciones juradas escondidas gritan la verdad de todo. El sistema falló gravemente. Un verdadero desastre jurídico, legal y, sobre todo, un desastre humano.
Llevamos la investigación al aire el jueves pasado a las 9:00 p.m. en Telemundo. El viernes a las 6:00 p.m. una fuente me llamó. Me dijo que el secretario de Justicia, César Miranda, ordenó el archivo del caso y la liberación de María Judith Díaz Castro. Los otros hermanos siguen presos por casos distintos en los que las testigos fueron las mismas de este terrible caso.
Fuimos a Humacao a buscar a la familia de los hermanos. Su mamá, sus primos, todos celebraban. Los seguimos hasta la cárcel de mujeres de Vega Alta. Acompañaba a Tatiana Ortiz, investigadora de mi programa Jay y sus Rayos X, quien por mucho tiempo estuvo detrás de este caso junto a la licenciada Alexandra Acosta. La lista de irregularidades era enorme y finalmente se hacía justicia.
Cerca de la medianoche del viernes, María Judith salió libre. Le pregunté cuál era su deseo. Y me dijo que quería ir a comer pizza junto a su familia. Para allá los invitamos a todos. Entre pedazos de pizza de pepperoni y camarones junto a una jarra de sangría nos contó de los 10 años en máxima seguridad, donde pasó 22 horas encerrada todos los días. Luego nos contó de las pelas que le dieron, de las necesidades que pasan las convictas, de que cuando salió las compañeras empezaron a pedirle sus pertenencias. Que su mamá le había regalado unos panties y que las compañeras de celda se los pidieron cuando quedó libre. Bueno, María Judith salió sin absolutamente nada de la cárcel, solo con la ropa que su mamá le llevó y que los oficiales le entregaron.
Luego de comer pizza, alitas, pan con ajo, palitos de queso y varios vasos de sangría, ya nadie más podía con nada. Pero ella sí… María Judith pidió postre. Un flan de queso. Miguel Pol, camarógrafo de Telemundo, le preguntó si hacía tiempo que no veía un flan. Dijo que hacía 14 años no veía ni pizza, ni flan, ni alitas y menos sangría. De repente se detuvo. Dijo que sí, que había visto una que otra vez flan de queso porque a veces las oficiales de custodia almuerzan frente a ellas y comen flan y otras cosas que ellas no pueden comer, pero que como las consumen frente a las confinadas pues lo ven.
Fuimos testigos de su sonrisa y su tristeza; escucharla contar que extrañará a sus compañeras, que ellas se repartían sus cosas que dejaba atrás, decirnos cómo aplaudían cuando vieron el programa el jueves para verla salir de la cárcel el viernes y cómo ahora quería ser abogada para ayudarlas, porque asegura que hay muchas inocentes allí y que sobre todo necesitan más taller, más cosas, más trabajo para matar aún más el ocio. Mientras nos contó llegó el postre. Su primer flan de queso y su rostro de placer lo decía todo. No pudimos. Lloramos. María Judith, 14 años después, se vuelve otro lapidario caso que hiere la conciencia jurídica y de la prensa, quienes rápidamente condenamos a quien sea y presionamos para esclarecer casos con tal de tener un buen titular, pero condenando inocentes en el proceso.
Hoy queda otra vez sobre la mesa el reclamo de cambiar por completo el sistema. Las presiones que tienen los fiscales en Puerto Rico son gigantes. Si quieres subir de puesto lo logras por contactos políticos o por esclarecer casos notorios y con eso aparentar tener un récord de convicciones alto. Esto es inevitablemente un incentivo brutal a encarcelar a quien sea y a usar testigos cuestionables. Hay otra forma de hacer esto. Puede ser por una carrera fiscal, en la que para llegar al puesto se cogen exámenes y se asciende de igual manera. O sea, quien mejores cualificaciones tiene es quien logra el cargo y el ascenso a través de mecanismos objetivos. Actualmente, alguien llega a ser fiscal porque el gobernador y la Legislatura lo nombran y confirman. Sube de puesto igualmente.
Si de verdad nos indigna y de verdad nos hiere la conciencia con cada inocente que cumple cárcel, empujemos un cambio a esto que aminora sustancialmente la probabilidad de que esto ocurra. El germen de la dejadez, la corrupción y el politiqueo incentiva que esto siga ocurriendo y que María Judith ahora pueda demandar por millones largos. A la prensa nos toca empujar esto porque ya son demasiados los casos que tenemos ante nosotros de cosas muy parecidas a estas que he contado. Llegó el momento de cambiarlo todo. No desperdiciemos esta crisis.
Nacido en Chicago y criado en San Lorenzo, el licenciado Jay Fonseca estudió en escuela pública. Fue a la UPR a estudiar empresas y derecho luego de teología. Es analista político en Telemundo y WKAQ 580. Autor del libro “Banquete Total: Cuando la Corrupción dejó de ser ilegal” y por una década fue columnista en Primera Hora. Supera el millón y medio de seguidores en Facebook, Instagram y Twitter, lo que lo convierte en uno de los principales “influencers” de la Isla. Es padre de una niña y tiene un app bajo su nombre, Jay Fonseca.
Esto tiene salvación
Esta columna busca proponer soluciones de manera muy sencilla a las situaciones actuales que afectan el País.