El gobierno de Pedro Rosselló en el 1993 decidió probar un interesante cambio en el Departamento de Educación. Entonces el gobernador nombró a una persona fuera del PNP a ser  Secretario de Educación. José Arsenio Torres estaría a cargo de la calidad educativa que recibirían nuestros estudiantes.

Se diseñó un modelo que básicamente le permitía a estudiantes de escuela pública a escoger la escuela pública que quisieran y no por la región donde vivían. También le permitía a los padres coger 1,500 dólares del gobierno para llevar a su hijo de escuela pública y matricularlo en un colegio privado. 

El Tribunal Supremo de Puerto Rico determinó en un caso que llevó la Asociación de Maestros que no se puede dar fondos públicos para colegios privados. Los maestros entonces dijeron que la verdadera intención era privatizar las escuelas públicas y que los padres sacarían a los estudiantes de las escuelas públicas para llevarlos a las escuelas privadas. Con eso admitían, con o sin su conocimiento, que la mayor parte de los padres que tiene sus hijos en escuelas públicas es porque no pueden pagar una privada.

Es decir, el argumento de los maestros ante el Tribunal Supremo tenía por lo bajo la admisión de que los padres creen que la educación pública es mala y que si se permite que se use el dinero del gobierno para escuelas privadas, se vaciarían las escuelas del gobierno.

Hubo dos furibundas opiniones disidentes de jueces que dijeron que era increíble que el tribunal permitiera que se eliminara la única esperanza que tenían los estudiantes pobres de recibir una educación de excelencia. Dijeron, los jueces Negrón García y Rebollo López que se ponía en desventaja a los estudiantes pobres versus los ricos porque los ricos iban a colegios privados con mejor educación, mientras que los pobres seguirían en un deteriorado sistema público. En fin, ganaron los maestros en su intención de proteger el sistema de educación pública.

El escenario 22 años después no es una mejor escuela pública y de un modelo educativo de excelencia. 22 años después podemos decir que:

1 - 40 de cada 100 estudiantes que empiezan el primer grado no terminan el cuarto año.

2 -  De esos 60 que sí terminan el cuarto año y entran a la universidad, solo el 20% termina la universidad si entra a una privada y solo el 40% termina la universidad si entra a la UPR. Es decir, 22 años después nuestro sistema educativo no prepara a la gente para la universidad.

3 – 22 años después, según un grupo modelo seleccionado, nuestro sistema educativo está en la posición 58 de 63 países que cursaron la prueba PISA, que es la que usan todos los otros países del mundo. Muchos maestros critican dicha prueba “estandarizada”, pero es la que usan en el resto del mundo. Eso es como querer competir en las Olimpiadas, pero pedir que las pruebas sean distintas para ti.

Recientemente se publicó lo que le cuesta al país sostener por estudiante el modelo público. El impresionante número es de 800 dólares mensuales por estudiante. El doble que muchos colegios privados prestigiosos y un número muy cercano a lo que cuestan los más prestigiosos colegios privados del país. Gente, son 8 mil anuales por cada estudiante para esos resultados que ya mencionamos antes.

En la UPR el número es aún más astronómico. Sube a 23 mil dólares por estudiante al año y todo para no estar en las primeras 700 universidades del mundo.

La recién nombrada Secretaria de Educación federal, Betsy DeVos, es una fuerte cabildera de los vales educativos y de las escuelas chárter (que una empresa corra la escuela pública de la comunidad de forma independiente del sistema público central). Ella cree que los padres deben escoger la escuela que quieran para sus hijos lo cual crearía que las escuelas públicas flojas tengan que cerrar cuando les baje sustancialmente sus matrículas y cree en que empresas corran escuelas independientes.

Ahora, las escuelas chárter y los vales no son la panacea. Pero sí tenemos una gran ventaja. Las primeras escuelas charters empezaron en los años 1950 por lo que al día de hoy ya hay suficientes ejemplos de lo bueno que podemos adoptar y de lo malo que debemos rechazar.

Ya hemos visto algunos errores que no funcionan en los sistemas charters. Por ejemplo, en Wisconsin se trató de hacer de forma tan acelerada que se permitió a casi cualquiera montar un colegio que se volvió un quiosco más que un colegio serio. En Massachusetts escogieron mejor calidad que cantidad y es el mejor sistema de todo Estados Unidos.

En Chicago tuvo grandes críticas el sistema, pero un estudio de la universidad de Stanford en 2013 determinó que la mejoría en las escuelas cambiadas a chárter fue tan grande que es como si los estudiantes hubieran estudiado un mes más de matemáticas y casi igual en capacidad de comprensión de lectura a la vez que se bajó la deserción escolar en 7%. En New Orleans y Louisiana el sistema ha sido éxito y la reforma propuesta por Joel Klein en New York ha sido un éxito a pesar del boicot de los grupos magisteriales. En Michigan ha tenido resultados cuestionables.

En muchos estados se han intentado y ha habido resultados mixtos con las charters. En varios países también se ha intentado el modelo de vales educativos y tampoco han resuelto el problema del todo. Sin duda, el mejor sistema educativo es el sistema público bien administrado que se ponga métricas específicas y las cumpla porque la educación no puede ser un negocio. Sin embargo, aquí el sistema público y su corrupción a través de la politización hace a uno dudar seriamente de cuán probable es que algún día mejore. Si hace 22 años cuando vio la amenaza de forma directa no hizo ajustes que lograran cambios dramáticos, ¿por qué vamos a creer que ahora los hará?