
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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Esta columna será un poco fuerte, polémica y probablemente no te guste. Sin embargo, creo que es lo mejor de lo que puedo escribir esta semana. No me gusta escribir de mis vivencias casi nunca porque como ven la columna se llama “Esto tiene salvación”. Desde un principio me propuse tratar de plantear posibles soluciones a los problemas que enfrentamos todos.
Pero, la pasada semana fue fuerte, brutal, drenante. Contrario a lo que mucha gente piensa, por el hecho de trabajar en los medios y ser “figuras públicas” no dejamos de ser como cualquier persona. Sí, hay gente “bicha” en los medios, pero a muchos, por inseguridad o sensibilidad, nos importa lo que ustedes piensan y escriben sobre nosotros.
Claro que quiero que piensen bien de mí y que aunque difieran sepan que se es honesto y genuino en que lo que planteo. Claro que quiero que Puerto Rico prospere y mejore. No hay peor insulto que alguien alegue que me vendo o que digo algo a base de quién me paga. Alguien que insinúe eso no tiene ni la más mínima idea de como soy… Pero bueno, al grano.
En la semana, traté de leer comentarios de noticias en Primera Hora, en mi Facebook, en mi Twitter, en Instagram y otras plataformas sociales. Fue muy duro.
Publiqué un estudio sobre el azúcar que dice que es más adictiva que muchas drogas ilegales y recibí, entre tantas respuestas, la de IMRC (usaré las iniciales para identificar a las personas), que le pidió a Dios que me quite la vida. Tras despotricar en mi contra dijo: “Señor, ilumínalo o elimínalo”. Publiqué la evidencia de que uno de los libros que algunos grupos decían que era de perspectiva de género y que lo usarían en las escuelas públicas era realmente un cómic europeo (una revista de sátira, como si fuera una revista Gufeo o un libro de chistes de Álvarez Guedes) y que nada tenía que ver eso con el tema en disputa y menos con Puerto Rico. Las respuestas que recibí fueron bestiales y quizás aún peor se siente porque es gente que afirma ser cristiana (en algunos casos).
Otros me escribían como MM, que me dijo: “Jay nos quiere dejar saber algo… dale papi, sal del clóset”. JOD me escribió amenazándome y para decirme que “él está criando un hombrecito”, que el Gobierno no puede venirle a meter “paterías” en la cabeza. A pesar de que el “post” dice que ese cómic no es un libro de perspectiva de género, que NO es cierto que lo vayan a repartir en escuelas y que es falso lo que habían dicho, BCC escribió: “Como maestra me indigna este Departamento (de Educación) y mi gobierno que permite” esos libros en nuestras escuelas. Si no me creen, vayan a mi Facebook y lean los comentarios de la semana pasada.
Obviamente, hubo muchos mensajes buenos de personas que, aunque difieren de mí o están de acuerdo, tienen argumentos sólidos e interesantes. Pero eran demasiados los que iban en otra dirección. Claro, las redes sociales solo dejan salir lo que la gente siempre ha pensado. De hecho, hay algunos mensajes muy ofensivos de personas que se identificaban como ateas, mofándose brutalmente de las creencias de otros, lo cual es igualmente lamentable.
Y así poco a poco comienzas a comprender cómo es que funciona el ser humano y te das cuenta de por qué nuestra historia está llena de sangre.
Comprendes cómo fue que rumores y miedos provocaron la Primera Guerra Mundial (que aún no se entiende cómo fue que todo comenzó), las Cruzadas, la Inquisición, el genocidio de Rwanda, el surgimiento de ISIS, el holocausto, Khmer Rouge, los Balcanes, la división tribal en África, el abuso de la mujer en la inmensa mayoría de las sociedades del mundo y la inequidad de ellas a nivel global en el 2015, etc.
Jamás es lo mismo ni equivalente insultar a alguien y desearle mal en las redes sociales que cometer esas atrocidades, pero todas provienen del mismo origen del desconocimiento y de quienes se aprovechan para explotar el miedo. Esa tendencia a oponerse a lo desconocido y temerle a lo nuevo sin razonar es lo que ven nuestros políticos y la usan a su beneficio. Meten todas estas mentiras y las repiten mil veces hasta que la gente las acopla y terminamos yendo como ovejitas y corderitos a votar.
Esos mismos temores fueron los que tenía el pueblo de Israel cuando le dijeron a Pilato que crucificara a Cristo y que soltara a Barrabás. Utilizaron el miedo y la desinformación para condenar a Jesús, cuyo estilo de amor, sensibilidad y compasión era “extraño”, desconocido, no era el “mesías” que ellos esperaban. Mientras, Barrabás representaba lo que ellos esperaban de un “mesías” guerrillero terrenal, similar a los macabeos, que tanta esperanza les dieron previamente.
Esa historia se ha repetido mil veces en la travesía humana. Se le vende al pueblo una idea. Como toda gran mentira, la adornan con una verdad, y con ello se manipula la razón, se repite por años la verdad contaminada con la mentira hasta que finalmente pasa como si esa fuera la verdad absoluta. Ese fue el método Goebbels, pero él solo vio lo que ya funcionaba y lo puso en práctica.
Hoy nosotros la repetimos en Puerto Rico. Aunque tengamos la evidencia de frente, aunque la verdad nos dé en la cara, nuestros prejuicios nos dejan inamovibles. Nos han metido miedos y temores que nos hacen incapaces de cambiar.
Lo que nos distancia de los seres irracionales es precisamente que se supone que tengamos la capacidad de razonar, interpretar, diferir, leer de aquello con lo que no estamos de acuerdo para entonces formar un juicio. Por el contrario, cada vez que no cuestionamos lo que creemos, que no estudiamos ideas nuevas y cada vez que no estamos dispuestos a leer e indagar en cosas con las que no estamos de acuerdo (para reafirmar lo que creemos o para cambiar de perspectiva) estamos renunciando a lo que nos hace humanos.
Los que trabajamos en los medios vivimos una dicotomía. Silvio Rodríguez la pone muy contextualizada en su canción “Debo partirme en dos”. Algunos escogen el camino fácil de escribir y decir lo que les sea conveniente a su bolsillo, no meterse con nadie y así su vida está asegurada. Hay otros que de verdad nos interesa aportar a un cambio social y transformar a Puerto Rico. De hecho, estoy seguro de que mucha gente no leerá la columna y dirá que “el imbécil eres tú, Jay”, pensando que la palabra imbécil es un insulto cuando realmente significa que la persona es débil y no tiene razón en lo que plantea. Y mi pueblo perece por falta de conocimiento (Oseas 4:6).
Ahora, no solo es importante tener la razón, hay que saber tenerla. Saber persuadir al conocimiento como hacía Jesús, cuyas palabras más fuertes en el Evangelio eran dirigidas al liderato religioso de la época, que profesaba falsa piedad y falsa religiosidad basándose en las apariencias y no en un corazón sensible. Al pecador Jesús lo trató con sensibilidad y ternura. Puerto Rico puede ser un paraíso… solo falta que cooperemos. Aprendamos a ser más como el Maestro.
Nacido en Chicago y criado en San Lorenzo, el licenciado Jay Fonseca estudió en escuela pública. Fue a la UPR a estudiar empresas y derecho luego de teología. Es analista político en Telemundo y WKAQ 580. Autor del libro “Banquete Total: Cuando la Corrupción dejó de ser ilegal” y por una década fue columnista en Primera Hora. Supera el millón y medio de seguidores en Facebook, Instagram y Twitter, lo que lo convierte en uno de los principales “influencers” de la Isla. Es padre de una niña y tiene un app bajo su nombre, Jay Fonseca.
Esto tiene salvación
Esta columna busca proponer soluciones de manera muy sencilla a las situaciones actuales que afectan el País.