Con la muerte de la notoria Ruth Bader Ginsburg, la estadidad para Puerto Rico ha sonado como nunca. Lo voy a explicar ya mismo, pero antes…

Tras el embate de María, el sentimiento a favor de la estadidad subió como la espuma en Estados Unidos. Aquí, fueron muchos los que confiaron en las palabras de FEMA cuando dijeron que estarían listos para brindar ayuda a los damnificados. Luego vino el presidente Donald Trump y se sintió, literalmente, como un golpe en la cara con un papel toalla. Sentimos como nos sacó en cara la ayuda que le corresponde a EE.UU. otorgar a su territorio.

Al mismo tiempo, fueron muchos los estadounidenses que se solidarizaron. La diáspora se activó y regó la voz sobre lo que había pasado en la Isla.

Más allá del trato despectivo por parte de un presidente, por primera vez en todos los estados sonó el nombre de Puerto Rico y los estadounidenses entendieron que los puertorriqueños son ciudadanos americanos.

Fue tanta la solidaridad con la Isla que, según encuestas en EE.UU., la estadidad para la Isla llegó a pasar el 60% por primera vez en la historia.

Sin embargo, el partido de la “unión permanente” se comportó como el tirano indolente ante el sentimiento de sus súbditos que por primera vez sonreían con el tema de la estadidad en vez de burlarse como casi siempre había pasado.

El liderato del Partido Nueva Progresista (PNP), único partido que abraza la estadidad y, por tanto, la unión permanente con Estados Unidos de las cinco colectividades políticas que postulan candidatos para la gobernación, se ha encargado de destruir el sueño de su fundador Luis A. Ferré.

En sus luchas intestinas ha ultrajado el supuesto ideal, y aunque en 40 días su “razón de ser” está en la papeleta, poco les ha importado y se han comportado como niños malcriados peleando por la silla en vez de ver en la unión la única oportunidad de aprovechar el moméntum que la estadidad para Puerto Rico ha tenido en Estados Unidos.

En EE.UU., la posibilidad de que Puerto Rico sea estado y sus implicaciones es un tema de conversación ahora más que nunca.

El viernes pasado cuando se notificó la muerte de la jueza del Supremo de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, los grupos demócratas empezaron a regar estrategias para poder volver a agenciarse mayorías en la Corte Suprema. Para ello, el partido demócrata necesita ganar el Senado federal, lo cual es bien difícil por la forma que se escogen los senadores. Al Senado van dos senadores por estado sin importar la población. Por tanto, aunque la mayoría de los electores son demócratas y ese partido sacó 14 millones más de votos en las elecciones senatoriales, los republicanos tienen 53 senadores a los 47 demócratas. Nada de eso ha sido tema en Puerto Rico ni ha movido a las huestes de la anexión.

Ante la realidad de que Trump llenará esa vacante con una jueza conservadora, comentaristas políticos y sectores liberales del partido demócrata han planteado la necesidad de que Puerto Rico y Washington, D.C. se conviertan en estado para conseguir cuatro senadores adicionales y tener real poder en el Senado federal y así romper la regla del filibusterismo. ¿Usted escuchó algún estadista de PR hablar de esto?

Mientras eso ocurría allá y el presidente del Senado federal decía que sobre su cadáver la estadidad para PR y DC, el PNP se desgarraba aquí por atornillarse al poder y dejar a la facción de Tommy y Wanda a cargo de sectores claves por 10 años. Aunque en 40 días la estadidad va a una consulta, ellos no pueden saciar su sed de venganza y buscan una guerra civil. Pierluisi, el único candidato no independentista/soberanista de los que abiertamente dijo su ideología, no ha sabido unificar a su partido.

Al parecer, todo en ese partido es por administrar la colonia, usar la estadidad como “treat” para que el perrito haga el truco y caiga votando bajo la palma, mientras en realidad lo que quieren es seguir en el guame de administrar y repartir.

La unión permanente es lo que la mayoría del pueblo quiere, pero la clase política o quiere la separación o solo la unión al billete. Proverbios 16