En una charla reciente una joven me preguntó: ¿Qué pasó con Puerto Rico, que de ser uno de los mejores países del mundo se ha venido quedando tan atrás? Esta fue la respuesta que le di:

Es bien fácil ser el mejor del mundo cuando no tienes competencia. Puerto Rico era, si no el lugar más pobre de América, uno de los más pobres hasta la década del 1930. Ahí surgieron los programas de ayudas del gobierno federal, cuando empezó a dar asistencia a quienes estaban en una situación de pobreza durante la Gran Depresión que comenzó en 1929 y no terminó hasta la Segunda Guerra Mundial.

Fue entonces que Puerto Rico empezó a crecer con planes auspiciados por el gobierno federal, fomentando la industrialización de Puerto Rico trayendo fábricas de ropa, zapatos, detergentes, químicos, equipo electrónico, petroquímicas, etc. Con esto fueron sustituyendo el cultivo de la caña como la principal empresa de aquí. El resto del mundo estaba destruido brutalmente tras la Segunda Guerra Mundial. Cuando digo destruido es en serio, el mundo estaba en ruinas. Casi todo Europa hasta Rusia, casi todo Japón, partes de China y el sureste asiático, parte de África, en fin, el mundo había estado en medio de una brutal batalla y el único país desarrollado que quedó de pie fue Estados Unidos.

Con el resto del mundo de rodillas y con la proliferación del comunismo, las empresas norteamericanas buscaban un lugar estable y seguro que no fuera comunista ni hubiera una amenaza de que en cualquier momento pudieran quedarse sin su empresa y la inversión que habían hecho. Vieron en Puerto Rico el lugar perfecto. Éramos un paraíso para las empresas norteamericanas y extranjeras que sabían que podían traer su equipo aquí, pagar poco a los empleados/as, les dábamos el dinero a través de préstamos del Banco Gubernamental de Fomento para que vinieran, no pagaban impuestos y no tenían miedo a perder su inversión pues el tribunal federal les garantizaría que nunca perderían lo que aquí pusieron. Una chulería.

Crecimos hasta que en 1973 ocurrió el embargo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de ahí nunca nos recuperamos. El mundo se reconstruía. Poco a poco los países de Europa se fueron restableciendo; Japón se convirtió en la segunda economía del mundo; China seguía en el comunismo hasta 1978, cuando todo cambiaría; el bloque soviético dejaría de existir; la democracia y el capitalismo se extendían y la globalización hacía su entrada en el juego. Otros que no tenían muchos recursos, como Corea del Sur, Singapur, Finlandia e Irlanda apostaban a su gente y su educación. Creían que si no tienes terrenos ni muchos recursos naturales, puedes tener la mente del pueblo y con ello puedes crear nuevos medicamentos, inventos, innovación, desarrollo de tecnología, etc.

Para nada de eso nos preparamos. Al contrario, nos preparamos para que el mundo no cambiara y que siguiéramos en la década del 1950 por la eternidad. Educamos a nuestros estudiantes para que siempre fueran empleados y no empresarios, no enfatizamos en la educación como modelo de desarrollo económico, ni siquiera pudimos aprender inglés como un deber y lo dejamos como una opción. Nos seguimos creyendo que con nuestra relación con Estados Unidos y copiar su modelo estaríamos en eterno crecimiento. En 1975 llegaron los cupones de alimentos y en 1976 las empresas 936 y con ello seguimos apostando a que Estados Unidos nos rescataría cada vez que tuviéramos problemas. Ahí se fue creando a la vez un modelo de dependencia y mantengo.

El resto del mundo buscaba competir contra todos y hacerlo mejor a través de tener la población mejor educada para ganar en ingeniería, ciencias, tecnología y matemáticas. Nosotros seguíamos pensando que con imitar a Estados  Unidos y con la mano de ellos estaríamos siempre mejorando. Pero los datos nos dan en la cara.

El propio Estados Unidos está luchando contra su propio rezago a nivel global. De ser el primero en educación hoy es el 26 en lectura, 36 en matemáticas y 28 en ciencias, aunque es el más que gasta en educación. En salud está 37, aunque es el más costoso, el 79 en desempleo, 42 en expectativa de vida y 41 en distribución de la riqueza. Sí, Estados Unidos sigue siendo la economía y la milicia más grande del mundo, pero está fallando en dar calidad de vida y expectativas de liderato global a sus ciudadanos más pequeños.

En Puerto Rico, con la salida de las empresas cobijadas bajo la Sección 936 del Código de Rentas federal, se fueron los incentivos para producir y se quedaron solo los incentivos para depender del Gobierno. El problema es que entonces el resto del mundo estaba recuperado y competía sin incentivos federales, pero con una población mucho mejor educada o que cobraba sueldos sumamente bajos, sin el riesgo de perder la inversión que había en los años 60. Nos quedábamos sin herramientas, mientras los demás se habían estado preparando por décadas para esto. Cualquiera que siguiera la política de Estados Unidos sabía que había intentos muy serios para eliminar las 936 tarde o temprano. Muchos políticos norteamericanos lo habían dicho desde que comenzaron. Otros países se prepararon para que si esto ocurría ellos poder recibir estas empresas con su superioridad en calidad o en bajos costos. El día fatal llegó en 2006 y nunca nos preparamos para otras alternativas ni educamos a nuestra gente para competir con los mejores sistemas del mundo.

Hoy seguimos haciendo lo mismo, como si no hubiéramos aprendido nada. El ex gobernador Carlos Romero Barceló pide que Estados Unidos nos pague la deuda si nos hacemos estado. El ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá reclama que Estados Unidos nos pague la deuda bajo la libre asociación. El comisionado residente Pedro Pierluisi y el gobernador Alejandro García Padilla piden que Estados Unidos nos incluya en el capítulo 9 de la Ley de Quiebras federal, hoy reservada para los estados. El presidente senatorial, Eduardo Bhatia, pide un rescate de Estados Unidos a través de la garantía de bonos por la Reserva Federal. 

Ahora Aníbal dice que la culpa de que hayamos cogido la deuda de $73,000 millones es tanto de Estados Unidos como de nosotros y por tanto ellos tienen que rescatarnos. Con los méritos que tiene su interesante posición, seguimos perdiendo el foco de que tenemos que enfatizar en resolver nuestros problemas y no esperar a que venga otro de fuera a hacerlo. Los propios estados de Estados Unidos cada vez más admiten que no pueden esperar a que sea el gobierno federal quien los salve. Estados como Massachusetts prefieren rechazar ciertos fondos federales, pero educar bien a sus estudiantes y cientos de alcaldes hacen alianzas entre ellos porque no pueden esperar a que venga Washington al rescate.

El problema nuestro es la dependencia de que otro venga a resolvernos. Que mientras la comunidad japonesa en Perú se ayudó entre ellos tras el éxodo de la guerra, el boricua quiere echar para adelante pisando al otro. Que la comunidad judía ha prosperado porque se ayudan entre ellos, mientras aquí decimos que pague el otro, pero que a mí no me toquen. Mientras los otros se vieron con hambre y sed y decidieron meter mano y echar para adelante a través de su gente, nosotros seguimos esperando que venga alguien a salvarnos.

Mientras el boricua no entienda que la escuela es un centro de desarrollo económico y social, no un cuido matutino para los niños y que es en el empresarismo local y no en el empleo de empresas de fuera que está nuestro futuro, no tenemos posibilidad de triunfo. Cuando nos preguntamos por qué cara$%# estamos tan jod$%#, la respuesta es sencilla: nosotros seguimos en el 1950 esperando que venga otro a resolvernos el problema y el resto del mundo despertó.