En 2 de Tesalonicenses 3:10 dijo el apóstol Pablo: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” Es decir, que ordenaba el apóstol que había que trabajar para poder comer.

En Puerto Rico penalizamos el trabajo. El culto a la dependencia proviene desde hace años y no es cierto decir que el boricua es vago. El boricua era buscado desde otros estados para irse a trabajar en los trabajos más duros y crueles por salarios de miseria. Montaban a nuestra gente en la guagua aérea y allá se iba a trabajar en la caña de Hawái, en los arbolitos de Connectituc y en los sembradíos de Nueva York. Actualmente, ocurre la misma emigración de profesionales que se va a trabajar en el aparato de inteligencia federal como ingenieros, como médicos en Florida y Texas, como proletariado al jornal buscando mejores alternativas.

¿Y cómo se van a quedar, si en Puerto Rico no es negocio trabajar y cada vez es mejor quedarse en la casa o irse que producir? En la actualidad solo una de cada seis personas que residen en la Isla trabaja debido a la pandemia. Pero aún antes de la pandemia, solo 33 de cada 100 está en la tasa de los empleados y solo 39 de cada 100 están empleados o buscando empleo. Es obvio que algo anda mal en un pueblo pobre y que la mayoría no trabaja en la economía formal. ¿Somos vagos o no lo somos entonces?

Nuestro Gobierno incentiva al que no trabaja y el más reciente ejemplo es el protocolo de vacunación contra el COVID-19 adoptado. Mientras en 37 estados han modificado sus protocolos de vacunación y están priorizando que los trabajadores con ciertas condiciones de salud reciban la vacuna de COVID-19 primero que las personas mayores de 65 años, en Puerto Rico ese criterio no ha sido aplicado. Ni siquiera se ha hecho una lista de espera para cuando sobren vacunas como tanto ha pasado y se han usado para cuates y familiares.

En estados como California se le ha dado prioridad a los empleados de supermercados y cajeros debido a que son considerados como trabajadores de primera línea, que tienen contacto directo con cientos de personas todos los días. De hecho, el CDC cataloga como trabajadores esenciales o de primera línea y que deben ser vacunados en la fase 1b a los bomberos, policías, trabajadores de manufactura, trabajadores de supermercados, trabajadores de transporte público y aquellos que trabajan en el sector educativo; y la fase 1c a las personas mayores de 65 años. No obstante, aquí en Puerto Rico se dio prioridad a las personas mayores de 65 años, aunque muchas ya están retiradas en vez de los trabajadores de primera línea.

Pero a este ejemplo de cómo nuestro sistema no incentiva el trabajo se suman otros más como: si cobras más de $750 mensuales te quitan los cupones, el plan de salud del Gobierno, la renta negativa o el Plan 8; o las filas expreso en las líneas del Gobierno y comercios no son para los trabajadores, sino para personas que en muchas ocasiones sí pueden esperar, si se colocan sillas de espera, mientras el trabajador falta a su trabajo a hacer alguna gestión y deja de producir.

Y ustedes recordarán cuando en 2015 prometieron incentivar el trabajo a través del IVA, pero lo derrotaron y subieron el IVU sin bajar las planillas. El trabajo también tiene un costo. Más allá de meramente trabajar y perder las ayudas, también está la realidad de que se tiene que gastar en transporte, ropa, zapatos y otros costos inherentes que hacen inhóspito el trabajo si no se paga lo suficiente como para tumbar el incentivo a quedarse en casa y trabajar en la economía informal.

Esto sin contar que ante la pandemia de COVID-19, se aprobó el PUA con el que muchos de nuestros trabajadores salen mejor quedándose en su casa. Ayer se aprobó el proyecto de rescate de Joe Biden con una extensión de 13 semanas de los beneficios del desempleo y el PUA. Mientras aquí no vemos cuál es el plan cuando en seis meses se acaben estas ayudas federales, las plazas de empleo se hayan cerrado y los puertorriqueños tengamos que regresar a la realidad.

El CNE hizo el estudio que para el 2008 si no cobrabas sobre $13.50 la hora no era negocio trabajar para muchos en Puerto Rico. ¿Y ahora a cuánto será eso? Pregúntele a los patronos que aún pagando relativamente bien, no consiguen trabajadores por los incentivos perniciosos al trabajo.

San Pablo lo dijo bien, pero en PR los mandatos bíblicos solo funcionan cuando convienen políticamente.