Siendo esta columna la última que comparto este año, me parece pertinente pasar revista sobre los asuntos de Gobierno que nos dejó el 2021. La gestión del gobernador Pedro Pierluisi y la Asamblea Legislativa se puede resumir en una palabra: paralización.

El 2021, contrario a algunas expectativas, fue un año perdido. Cuando digo expectativas me refiero a que el resultado electoral debió transformar la forma tradicional de gobernanza. Debió marcar la ruta del diálogo y la confluencia política a favor del país. No fue así. No aprendieron la lección.

El gobernador fue incapaz de proponer un mapa de ruta de hacia dónde debe dirigirse Puerto Rico. No existe ni siquiera un diseño conceptual, de cuál es su plan para atender la crisis de contracción económica. Tampoco presentó un modelo de política pública de fortalecimiento a nuestro sistema educativo, ni sobre medidas urgentes para proteger el medio ambiente. Esto por mencionar algunos ejemplos ausentes en su agenda.

En cuanto al estatus, el gobernador se ha limitado a apoyar un grupo de cabilderos de la estadidad, que le cuesta cerca de un millón de dólares al pueblo y cuya única gestión visible fue pararse a distancia del Congreso con cartulinas dibujadas con marcadores. O sea, solo caricatura y pose sobre el estatus.

El liderato legislativo popular, no se queda atrás. No establecieron una oposición efectiva. Sus posturas frente a Pierluisi parecieron más producto del capricho, que basadas en fundamentos racionales. No presentaron una agenda legislativa definida ante el vacío de propuestas del gobernador. En cuanto al estatus, el liderato legislativo del PPD anda hablando –como de costumbre- por las dos esquinas de la boca. El presidente cameral dijo que “el estatus no está en issue”. Evoca así a una especie en peligro de extinción en el país. El presidente senatorial invitó a un diálogo sobre el tema, pero queda por verse si se trata de otra estrategia del PPD para posponer afrontar el tema.

En lo que sí lograron ponerse de acuerdo los líderes populares y penepés fue en aprobar un Plan de Ajuste de la Deuda que complacía a la Junta de Control Fiscal y afectaba adversamente a amplios sectores de la población. Ambos, en lugar de promover medidas de desarrollo económico autosustentables, se han limitado a esperar la asignación de fondos que no son recurrentes. Es decir, fondos que desaparecerán.

La Junta continúa obsesionada en imponer medidas de austeridad que afectan a los trabajadores, asalariados, la clase media y los sectores más pobres del país. Reconocidos economistas en Puerto Rico lo han planteado y, recientemente, lo reiteró Joseph Stiglitz, Premio Nobel en Economía, las medidas de la Junta condenarán al país a la pobreza extrema.

Este año el cáncer de la corrupción volvió a sacudirnos. Nuevamente, funcionarios del PPD y del PNP fueron salpicados por señalamientos, acusaciones y convicciones por actos ilegales. Ha sido el recordatorio más reciente de que hay que limpiar la casa y que el electorado deposite su confianza en quienes tienen el historial ético probado.

Pero no deseo que esta última columna abone al pesimismo. Hay que reconocer a quienes han sacado la cara por el país. A todos los que han salido en defensa del medio ambiente, a los pequeños y medianos comerciantes que se lanzan a trabajar y producir honestamente, a los funcionarios de salud y primera respuesta en la pandemia, a los jóvenes que continúan estudiando con el deseo de producir para su país; entre tantos otros que laboran por el Puerto Rico que merecemos.

Con eso en mente decimos adiós al Año Viejo y recibimos con esperanza el Año Nuevo.