La semana pasada visité, junto a la senadora María de Lourdes Santiago, el Club de Tenis de Mesa Águilas de la Montaña en Utuado. El propósito de la visita era compartir con parte de la delegación de tenis de mesa y desearles éxito en su reto deportivo en las Olimpiadas a celebrarse en Tokio. En particular, expresarles personalmente nuestro orgullo y apoyo a los abanderados, Brian Afanador y Adriana Díaz. Pero la visita resultó en mucho más que eso.

La calidad humana y la generosidad con la que fuimos recibidos nos emocionó profundamente. Las cualidades de los entrenadores, técnicos y atletas, sumado a su dedicación y compromiso, exaltan lo mejor que podemos lograr como pueblo.

Ante grandes obstáculos, los entrenadores han conseguido establecer un centro deportivo de tenis de mesa, no solamente para nuestros atletas, sino también para la comunidad. Fuera de horas de entrenamiento, en el Club brindan clínicas deportivas sobre la disciplina del tenis de mesa. El centro cuenta también con una escuela para preparar académicamente a los deportistas, que debido a la entrega, entrenamiento y disciplina, deben tener un acomodo especial para sus estudios.

Diariamente, los deportistas entrenan en el Club dos períodos al día en las mesas. Además, realizan sus entrenamientos físicos una vez al día. La dedicación de los atletas, entrenadores y padres es ejemplar.

Cada vez que se acerca un evento deportivo a nivel internacional todos sentimos orgullo y júbilo por quienes nos representan. Todos nos unimos como pueblo, como una nación, representada en su identidad única ante el mundo por nuestros atletas. Nos estremecemos al ver nuestra bandera enarbolada en el escenario deportivo internacional.

La monoestrellada no es un mero pedazo de tela. Es el símbolo que ante el mundo identifica nuestra nacionalidad puertorriqueña. En nuestra bandera se recogen nuestros triunfos colectivos, nuestros retos comunes y nuestros anhelos y sueños como nación. En ella definimos las mayores virtudes y aspiraciones como país. Por eso el deporte internacional y nuestra representación atlética no pueden separarse de nuestra identidad, ni del orgullo que sentimos de ser puertorriqueños.

Por años, el deporte competitivo ha sufrido el abandono de gobiernos que temen a esa expresión de orgullo nacional. Por motivaciones políticas y para sofocar ese sentido de orgullo patrio, nuestros atletas han sido víctimas de recortes presupuestarios arbitrarios y la falta de ayudas gubernamentales. En ocasiones, estos jóvenes que compiten financian sus entrenamientos, salud y estrictos regímenes alimentarios vendiendo bienes en los semáforos, haciendo verbenas o financiados con enorme esfuerzo por sus familias. No obstante, esta semana, en un contraste que desafía toda perspectiva de prioridades, se informó como líderes políticos pepedés y penepés financian vehículos de lujo con dinero del pueblo.

Ese dinero muy bien podría destinarse para ayudar a jóvenes en vías de desarrollo deportivo. Por ejemplo, estableciendo un sistema de becas deportivas. Además, se debe municipalizar el deporte juvenil e infantil dando más recursos a organizaciones deportivas locales. En ese sentido, el modelo utilizado por el Club de Tenis de Mesa en Utuado debe servir de referente y ejemplo a seguir.

Se debe proteger nuestra soberanía deportiva. Y como parte del desarrollo de nuestros atletas, se debe establecer una política pública que evite el desplazamiento de nuestros atletas de alto rendimiento. Este fenómeno ocurre principalmente en el contexto de competencias de la Liga Atlética Universitaria, federaciones y la Liga de Béisbol.

Queda mucho por hacer con el deporte puertorriqueño. Debe fortalecerse, desarrollarse y estimularse como un ejercicio competitivo y al mismo tiempo como una afirmación de nuestra identidad. No basta con la emoción y orgullo cuando se acerca un evento internacional. El tema deportivo se debe atender continuamente.

Al desfilar en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en Tokio, Adriana y Brian estarán como abanderados de todo un pueblo. Junto a ellos estará un excelente grupo de atletas. Todos llevarán en sus manos nuestra bandera, donde se funden deporte y nacionalidad en una aspiración común. ¡Éxito a todos nuestros atletas!