Mañana, viernes, se observa en la tradición cristiana la Nochebuena en víspera y anticipo del día del nacimiento de Jesucristo. La Navidad es época de esperanza, solidaridad, redención y de reflexión sobre los retos que enfrentamos como individuos y como pueblo.

Esta Navidad nuevamente enfrentamos un aumento en los niveles de contagios de la pandemia ahora agravado por la variante del ómicron. El Papa Francisco dijo hace un año: “Busquemos sacar también el bien de la difícil situación que nos está imponiendo la pandemia. Mayor sobriedad, atención discreta y respetuosa a los vecinos que puedan pasar por necesidad y algún momento de oración en familia, con sencillez. Estas tres cosas nos ayudarán mucho”.

Pero, además de la pandemia, como pueblo vivimos momentos de grandes dificultades. Una contracción económica de 15 años, ausencia de un modelo económico autosustentable, las limitaciones estructurales de un régimen antidemocrático de subordinación política y la Junta de Control Fiscal imponiendo medidas de austeridad que penalizan a los más vulnerables. Esta situación ha provocado, entre otras cosas, una ola migratoria masiva que ha dividido a la familia puertorriqueña. Hay que ser solidarios con abuelos y padres que no podrán compartir esta Navidad con sus nietos e hijos.

Como si esto fuera poco, hemos visto con indignación el arresto y convicción de varios funcionarios públicos, entre ellos alcaldes y exalcaldes, que utilizaron su cargo para enriquecerse de manera ilegal. La corrupción es un germen que carcome la función pública. Cada centavo que se pierde a causa de corrupción es un servicio necesario que no se le brinda al país.

El disgusto existente con las agencias de gobierno llamadas a fiscalizar, investigar y encausar casos de corrupción, es justificado. La Oficina de la Contralora, Ética Gubernamental y el Departamento de Justicia han brillado por su ausencia. Incluso, una investigación de Ética en el Senado de Puerto Rico contra un legislador del Partido Popular concluyó con una determinación inconsecuente. La senadora María de Lourdes Santiago tuvo que redactar un informe particular a la que se le unieron otros senadores, haciendo el inventario de declaraciones juradas de empleados a los que les exigía dinero en efectivo y les gesticulaba tocándose los genitales y utilizando palabras soeces.

Ese sentido de impunidad e inmunidad contrasta con el esfuerzo y dedicación de millones de puertorriqueños que trabajan de manera honesta.

Esta realidad, lejos de ser motivo de pesimismo, nos debe servir para crear consciencia sobre la urgencia de reparar a nuestro país, el hogar que nos corresponde compartir en sociedad. No importa cuán difícil sea la situación que enfrentamos debemos guiarnos con esperanza.

Nuestro pueblo, en los momentos más difíciles, se ha crecido y ha estado a la altura del momento histórico. Lo probamos así en tiempos recientes cuando enfrentamos los huracanes Irma y María, los temblores en la zona sur, el desahucio de un gobernante a mitad de su término y la pandemia. En cada una de esas instancias nos volcamos como país en solidaridad y entrega en ayuda al prójimo.

En el plano electoral el país también se transformó. El bipartidismo que ha gobernado obtuvo el menor apoyo en su historia. Mientras que otras opciones obtuvieron un apoyo contundente. Ese cambio de paradigma electoral nos muestra que el cambio es posible. No hay que conformarse con la mediocridad gubernamental ni la corrupción pública.

Que esta Navidad sirva para construir en esperanza un nuevo futuro. Citando nuevamente al Papa Francisco: “La esperanza hace que uno entre en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz”. Que esta Navidad la esperanza nos ilumine hacia un mejor futuro.