“Yo diría que estamos en un curso escolar nuevo con males viejos, y el trabajo que había que hacer, en época de vacaciones, no se hizo.” Así se expresó William Moreno, del grupo magisterial Educamos, sobre las condiciones que enfrentan las comunidades escolares en el inicio de clases.

Ayer se suponía que 248,000 estudiantes comenzaran un nuevo término escolar. No todos pudieron hacerlo. De los 853 planteles escolares, el día antes del inicio de clases el Departamento de Educación fue incapaz de ofrecer la información de cuántos no abrirían. Sin embargo, informes periodísticos indicaron que el 40% de esos planteles no están aptos para recibir estudiantes.

Por ejemplo, en la escuela Padre Rufo en Santurce, los padres y estudiantes fueron recibidos con un rótulo que lee: “Mamá y papá o encargado: Hoy no hay clases. La escuela no está lista para recibir estudiantes, lamentablemente, y al momento no hay director escolar”. Esto no tiene justificación.

Recordemos que hay escuelas que no han podido utilizarse desde hace más de dos años debido a los temblores en la zona sur. Otras tienen problemas de planta física, plomería, electricidad, por mencionar algunas deficiencias.

Pero las deficiencias en el Departamento de Educación no se limitan a planta física. El pasado lunes, el secretario informó en una vista senatorial que actualmente existen 290 vacantes de maestros. Si a esto se le suma el desmantelamiento del currículo escolar y el incumplimiento con el Programa de Educación Especial, hay que concluir que el Departamento de Educación implosionó.

Las causas del fracaso educativo son conocidas. La corrupción que ha sufrido el Departamento, la ausencia de un currículo actualizado y moderno, la inmensa burocratización, la injusticia salarial del magisterio y la falta de un proyecto educativo de país a la altura de la tercera década de siglo XXI, son las lluvias que trajeron estos lodos.

Esto ha condenado a nuestros niños y jóvenes al rezago académico. Si deseamos una sociedad que prospere cívica, económica y laboralmente, la educación tiene que ser prioridad. Un sistema educativo robusto es la zapata de toda sociedad que aspira a su pleno desarrollo.

Es necesario adoptar un proyecto educativo puertorriqueño que renueve nuestro sistema de educación pública y que su eje sea la comunidad escolar. Los que tienen la mayor responsabilidad en el sistema educativo, deben tener la mayor autoridad.

Para lograrlo es urgente erradicar la politización del sistema educativo y conceder mayor autonomía a las comunidades escolares, compuestas por el magisterio, padres, estudiantes y personal de apoyo como trabajadores sociales y sicólogos escolares. Un proyecto pedagógico de país requiere que se valore la diversidad de aptitudes y saberes dirigido a la formación de personas integrales, capacitadas para el aprendizaje continuo y comprometidas con los valores humanos.

El proyecto educativo en el que yo creo debe tener como prioridades el acceso a la educación creando espacios seguros y mantenimiento continuo de la planta física de los planteles. Hay que fortalecer el área de reclutamiento de personal en las escuelas. Eso requiere crear condiciones de trabajo adecuadas para el personal docente y administrativo. Una parte importante es hacer justicia salarial al magisterio y ser más competitivos en la compensación económica de nuestros maestros.

Por otra parte, el estudiantado debe ser el eje del sistema de educación pública. Para ese fin se debe promover la pluralidad de métodos de enseñanza, reconociendo la diversidad de saberes, talentos y formas de aprendizaje. Esto debe incluir, de manera complementaria, la educación, más allá del salón de clases. Por ejemplo, la creación de consejos de estudiantes, programas extracurriculares en alianzas con organizaciones de base sin fines de lucro, fortalecer el programa de educación física (que incluya el deporte no solo competitivo, sino también el recreacional) y el acceso a la tecnología para quienes no cuenten con sistemas de internet en sus hogares.

Finalmente, una sociedad en desarrollo debe ser empática a las poblaciones de diversidad funcional. Es urgente adoptar una política de cumplimiento estricto con el Programa de Educación Especial y hacer justicia salarial a los T-1, que ofrecen servicios educativos.

La educación nos capacita para la vida social, la sana convivencia, el desarrollo económico, reduce la desigualdad y estimula las prácticas de cooperación colectiva. La educación es el alma de un pueblo, tiene que ser prioridad.