Esta semana líderes políticos del PPD y el PNP, analistas (o más bien “analistos”) y aspirantes a comentaristas políticos, todos aferrados a la defensa del bipartidismo pernicioso rojo y azul, estallaron en histeria ante la posibilidad de acciones concertadas entre el PIP y Victoria Ciudadana. Como lee la frase que apócrifamente se le atribuye al Quijote cuando, mientras cabalgaba, se le acercó una jauría: “Si ladran es en señal de que avanzamos”.

Hay varias causas para la reacción destemplada de los defensores del bipartidismo ante la posibilidad de acciones concertadas a nivel electoral.

La primera causa es intentar cambiar el tema de lo que está ocurriendo en el PNP y el PPD. Fíjese el lector que el ataque a la posibilidad que existan entendidos electorales y políticos entre los que representan una opción para derrotar el bipartidismo ocurre justo cuando dos colaboradores íntimos de la campaña de Pedro Pierluisi –que resulta son también sus primos– recibieron órdenes de allanamiento en sus oficinas por parte de las autoridades federales. Los allanamientos estaban dirigidos a posibles violaciones de soborno y fraude.

Este es el recordatorio más reciente de los numerosos casos de corrupción contra figuras vinculadas al PNP. No olvidemos el arresto y acusaciones contra la exgobernadora del PNP, Wanda Vázquez, y a otros tantos alcaldes y legisladores de esa colectividad.

Pero de eso, figuras del PNP muy vocales contra las acciones concertadas para enfrentar el bipartidismo, no desean que se hable. Después de todo, algunos de esos líderes recibieron también dinero de campaña de quienes son investigados por corrupción.

En el caso de los líderes del PPD, partido que igualmente tiene a una serie de funcionarios sumergidos en investigaciones sobre actos de corrupción, se encuentran en medio de una pugna intestina sobre quién dirigirá la colectividad. Justo a semanas de divulgarse públicamente que el estado financiero del PPD está en quiebra, afloran enfrentamientos internos que reconfirman su bancarrota política. La rivalidad de liderato en el PPD no se debe a un choque de visiones sobre cómo atender los problemas del país, es una pugna para satisfacer apetitos personales. Sobre eso, prefieren cambiar el tema.

Otra causa para la histeria del liderato del PNP y el PPD es la posibilidad de que un entendido entre las fuerzas que se oponen al bipartidismo gobernante represente un cambio necesario en el resultado electoral. Los líderes populares y penepés están muertos del miedo.

Ese liderato rojo y azul se la pasa alardeando de que, respectivamente, son la mayoría, cuando en realidad el apoyo político al PPD y el PNP es menguado y cada vez menor electoralmente. Les aplica aquello de “dime de qué alardeas y te diré de qué careces”.

Por eso han llegado al colmo de impulsar legislación que, contrario a nuestra historia electoral, se le niega al país opciones diversas que mediante acuerdos electorales puedan comparecer conjuntamente en las elecciones. Debe ser el electorado el que decida democráticamente si apoya o no esfuerzos coligados de partidos políticos o candidatos en unas elecciones generales.

El diálogo dirigido a la posibilidad de acciones concertadas sigue su curso y es parte de un proceso. Aunque el liderato del PPD y el PNP prohíban los esfuerzos coligados en el Código Electoral, existen maneras y formas creativas para garantizar que el país tenga opciones electorales alternas al bipartidismo y que representen un proyecto de país distinto al desastre que trajo la quiebra, la corrupción, la violación de derechos humanos, el abuso contra el ambiente y los recursos naturales, la privatización inepta de servicios esenciales y el inmovilismo en el tema de la descolonización.

La agenda y manera de cómo se llevarán a cabo las acciones concertadas no las impondrán los líderes del bipartidismo, ni los “analistos rojiazules”, ni los aspirantes a comentaristas. Esos se limitarán a ladrar, pero eso es señal clara de que los que caminamos la ruta de la concertación vamos por el camino correcto.