En solidaridad con mi hermano Orlando Ruiz Pesante.

El cierre de una planta manufacturera de Hewlett-Packard en Aguadilla pone de manifiesto el fracaso de una política de desarrollo económico en Puerto Rico. Esta noticia impacta a cuatrocientas familias entre los empleos directos e indirectos que se perderán. Son cuatrocientas familias empobrecidas. Son cuatrocientas familias en incertidumbre. Esto significa, peor calidad de vida para cuatrocientas familias trabajadoras; menos dinero en la economía; y menos oportunidades de desarrollo para el país.

¿Qué nos ha llevado a este punto? Y más importante; ¿qué debemos hacer?

Lo que nos ha traído a la obsolescencia en competitividad económica es una política de desarrollo económico limitada por los márgenes de una economía colonial, sumado a la concesión de exenciones tributarias y a la súplica de fondos federales que prioriza la dependencia en vez del desarrollo propio como país.

El mundo ha cambiado y las políticas fiscales y económicas han permitido a países soberanos utilizar las herramientas de un nuevo modelo económico global. En Puerto Rico, además de enfrentar las limitaciones de ser un enclave económico estadounidense, continuamos utilizando las viejas políticas fiscales que nos condenan al rezago y falta de competitividad. Desde el punto de vista de desarrollo económico, mientras países del mundo cocinan con estufa eléctrica, Puerto Rico cocina con leña.

La revolución tecnológica en la transportación y en las comunicaciones, tratados internacionales, acuerdos multilaterales, son claves para el progreso económico en otras jurisdicciones. Puerto Rico, contrario al mundo, es ajeno a todo cambio. Esto tiende a la ofuscación con los privilegios fiscales y a la inexistencia de un aparato gubernamental con una estructura coherente, buenos servicios educativos y de salud, infraestructura adecuada, alcance de la política comercial y vínculos internacionales.

¿Qué hacer? En estos momentos, los gobiernos de más de 125 países están articulando un acuerdo para exigirle mayor responsabilidad fiscal a las corporaciones multinacionales. Es necesario adoptar una política pública de responsabilidad tributaria para que, conjuntamente con un plan de gasto público orientado al desarrollo industrial, nos permita desarrollar una mejor posición competitiva.

Por ejemplo, tenemos que imponer una tasa contributiva uniforme a las corporaciones locales y foráneas de un diez por ciento, permite un ingreso adicional de las corporaciones foráneas y reducir la tasa contributiva de las empresas puertorriqueñas. Esa es una tributación competitiva, ya que en otras jurisdicciones pagan más. Al mismo tiempo, podemos ofrecer beneficios no contributivos como financiamiento de expansión de infraestructura, adiestramiento de mano de obra o estímulo por el uso de tecnología de energía renovable, entre otros. Eso es lo que han hecho otros países exitosamente. Desafortunadamente, aquí esto ha caído en oídos sordos.

Se ha dicho que la operación de Hewlett-Packard mudará parte de sus operaciones a Asia, que incluye Singapur. Este pequeño país, con un puerto y una línea aérea de reconocida excelencia, es una plataforma comercial extraordinaria. Le caracteriza la multiplicidad de vínculos internacionales, la agilidad del servicio público, la calidad de la gestión presupuestaria y financiera, la estabilidad de las políticas gubernamentales, la eficacia del plan de salud universal y el alto nivel del sistema educativo. Mientras la Universidad Nacional de Singapur gana la posición de una de las mejores del mundo, la Universidad de Puerto Rico languidece bajo la presión presupuestaria de la Junta de Control Fiscal.

Puerto Rico debe seguir la ruta de la diversidad económica: muchas fuentes de inversión, encabezadas por empresas nacionales; variado perfil de producción de artículos y servicios; fortalecimiento de manufactura y agricultura; distintos mercados de exportación e importación, entre otros.

Luego de quince años de depresión económica no hay espacio para la improvisación gubernamental. Hay que actuar. Ninguna familia merece el sufrimiento de las 400 impactadas.

Las 400 familias somos todos.