A Royal Affair
Las primeras imágenes de A Royal Affair son capaces de robarle el aliento a cualquiera.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
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Las primeras imágenes de A Royal Affair son capaces de robarle el aliento a cualquiera. La hermosa cinematografía de este filme de época –que el pasado domingo competía por el Óscar a la Mejor película extranjera– es tan solo uno de sus mayores atributos, pero uno de los primordiales para capturar al espectador en su mundo de intriga y remontarnos a la Dinamarca del siglo XVIII.
La excelente actriz sueca Alicia Vikander –quien dejó una gran impresión en la recién Anna Karenina, de Joe Wright– interpreta a “Caroline”, princesa inglesa que en el 1767 se casó con el enloquecido rey “Christian VII” de Dinamarca. De inmediato, sus sueños de niña de ser la reina y pareja de un noble rey son pisoteados, condenada a una vida de soledad dentro de las paredes del palacio.
Pero los vientos de revolución que iniciaron en Francia y se propagaron por todo el continente llegan hasta Dinamarca –país ultraconservador que continuaba siendo gobernado por la religión cristiana– de la mano del doctor “Johann Struensee” (Mads Mikkelsen), quien es elegido por “Christian” como el médico real.
Mikkelsen es el actor perfecto para interpretar a un personaje como “Struensee”, denotando aires de intelectualismo que prontamente lo convierten en el mayor confidente del rey, a través de quien impulsa su agenda liberadora y reformista. Del mismo modo, Mikkelsen cuenta con la virilidad necesaria para convertirlo en el objeto de deseo de “Caroline”, como el hombre que nunca tuvo y que siempre quiso.
Como pareja protagónica, Mikkelsen y Vikander encienden la pantalla grande, transmitiendo efectivamente el apasionado romance ilegítimo que figura en el título del filme. La joven actriz es una revelación en pleno dominio de sus emociones cuando tiene que suprimirlas, pero más aún cuando se permite dejarse llevar por ellas.
La clásica dirección de Nikolaj Arcel es lo que se puede esperar de este tipo de historia de época: lenta pero jamás aburrida –la cinta se excede de las dos horas, pero no se siente larga–, guiada por el tremendo trabajo del reparto. El cineasta camina convincentemente esa fina línea entre el melodrama y la tragedia romántica.
Con unos protagonistas de primer orden, A Royal Affair no se siente como una clase de historia danesa a pesar de que a lo largo del filme se nos presenta uno de los momentos más importantes de su pasado y cómo un íntimo amorío tuvo consecuencias monumentales para esa nación europea.