El título del filme es About Time, nombre que no podría ser más apropiado ya que, aunque realiza malabares con  distintas cosas, principalmente es acerca del tiempo. 

A pesar de que los cortos lo han querido vender como otra comedia romántica (lo es, pero solo en parte), el guión del director Richard Curtis –cineasta detrás de Love Actually, una de las apoteosis del género- es más bien un romance familiar en el que se introduce el concepto de viajar a través del tiempo como pretexto para examinar las decisiones que tomamos y cómo aprendemos a vivir con ellas.

La idea en la que se basa la propuesta de Curtis no es nada que no se haya leído antes en galletas de la fortuna, tarjetas de Hallmark y una inmensa cantidad de libros de autoayuda: vive cada día como si fuera el único que tuvieras. ¡Carpe diem! Trillado, sí, más sin embargo la perogrullada funciona gracias a la relación que se manifiesta, no entre los amantes que figuran en la mayoría del material promocional, sino entre el padre y el hijo, interpretados por Bill Nighy y Domhnall Gleeson.

Gleeson es Tim, un joven británico que a los 21 años descubre a través de su papá que los hombres de su familia son capaces de viajar a momentos pasados en sus propias vidas, cambiar cosas a su gusto, y regresar al presente. No hay ninguna sofisticada ciencia que explique este fenómeno: simplemente entran a un lugar oscuro, cierran los ojos y los puños, piensan en el momento al que quieran viajar, y listo. El padre de Tim ha usado el don para leer miles de libros y fortalecer la relación con su hijo, pero el joven lo ve como una oportunidad invaluable para conquistar a la chica ideal.

Es aquí donde About Time gira hacia la comedia romántica, con Tim reescribiendo una y otra vez sus primeros y torpes encuentros con Mary –interpretada por una adorable Rachel McAdams-, la mujer americana de la que se enamora. Para la gran fortuna de la película (y la nuestra), la trama esquiva muchos de los clichés del género y continúa más allá de donde la mayoría de sus exponentes terminan, con Tim viéndose obligado a tomar difíciles y a veces irreversibles decisiones acerca de lo que cambia.

La cinta se estanca más tiempo de lo necesario en este pasaje romántico entre Tim y Mary. Esto es una pena ya que el trabajo de Gleeson y Nighy cuando están juntos en pantalla es su mayor deleite. Gleeson es sumamente agradable, con un rostro que expresa pena y simpatía, mientras que el genial Nighy, con su incomparable ritmo para la comedia, nos acerca mejor que nadie al gancho emocional del argumento, uno sentimentalmente artificial y manipulador la mayoría del tiempo, pero muy genuino cuando está a su cargo.

Aun cuando al final sucumbí ante los encantos de About Time –principalmente a consecuencia del golpe de gracia que me propinó una tierna y emotiva escena final entre Gleeson y Nighy- no sería capaz de discutirle a nadie que tenga muy justificadamente una reacción adversa a su empalagosa marca de cine comercial y “fresita”. En esta área, Curtis es todo un experto en la confección de pecaminosas golosinas cinematográficas que, en contra de mi sano juicio, no pude resistir.