Anomalisa
El aclamado cineasta Charlie Kaufman incursiona en el medio de la animación con un efímero romance de suma intimidad.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Era de esperarse que Charlie Kaufman, el genio detrás de Being John Malkovich, eventualmente acabaría trabajando en un filme de animación “stop-motion”. Su constante preocupación con la mortalidad –manifestada en la excepcional Synecdoche, New York-, los padecimientos mentales y la cínica voluntad del destino, se prestan perfectamente para ser representados a través de marionetas cuyos más mínimos movimientos pueden ser manipulados a gusto y gana, otorgándole poderes típicos de un dios que amplifican el alcance de su inigualable creatividad.
Sin embargo, Kaufman -siendo Kaufman-, utiliza su incursión en este arte para desarrollar un efímero romance de suma intimidad, circunscrito mayormente a la habitación de un ordinario hotel y expresado con el humanismo que distingue sus mayores obras. En Anomalisa, una de las mejores películas del 2015, el oscarizado guionista de Eternal Sunshine of the Spotless Mind escribe una historia tan maravillosa, tan dolorosa y complejamente humana, que difumina todo rastro del artificio innato de estos muñecos para dar con el corazón de un fortuito idilio entre un hombre para quien todas las voces suenan iguales –literalmente- y la extraordinaria mujer que sobresale del resto.
“Michael Stone” (David Thewlis) es un gurú de la industria de servicio al cliente, título que de por sí suena tan patético como los usuales protagonistas de los libretos de Kaufman. A pesar del éxito que sus libros le han concedido, la vida de “Michael” es un desastre. Su matrimonio está al borde del colapso, padece de un alcoholismo que no aparenta aceptar y todas las personas a su alrededor se ven y se escuchan iguales. El efecto es inmediatamente chocante y facilitado por el medio, con todas las marionetas luciendo la misma cara y compartiendo la voz del actor Tom Noonan.
En la víspera de su más reciente charla de motivación en Cincinnati, “Michael” es despertado de constante melancolía cuando escucha en el hotel una voz que no se parece a ninguna otra. Esta proviene de “Lisa” (Jennifer Jason Leigh), una de sus numerosas admiradoras, a quien comienza cortejar. La duración de su relación se limita a una mágica noche en la que Kaufman aborda temas como la depresión, la frustrante ambivalencia humana e incluso los placeres del sexo en una memorable escena que -en segundos- pasa de la incomodidad a la comedia hasta terminar en la más profunda belleza.
Las interpretaciones vocales de Thewlis y Jason Leigh son prueba mayor de que este tipo de actuaciones pueden ser tan efectivas como las que colocan a los actores frente a las cámaras. Con cada inflexión de su voz, el artista británico transmite la inmensa infelicidad de un hombre cansado de la vida, mientras que Jason Leigh transmite una vulnerabilidad y jovialidad que superan su trabajo en The Hateful Eight, aun sin su cuerpo como instrumento histriónico. Mención aparte merece Noonan quien debería ganarse algún premio por la mayor interpretación de personajes en una sola película.
La codirección de Duke Johnson resulta tan esencial a la pieza como el guión de Kaufman, consiguiendo una de las más hermosas representaciones del arte del “stop-motion” que se hayan visto en el cine que a su vez sirven para demostrar que este medio no tiene que ser exclusivo del cine infantil. En poco menos de 90 minutos, Anomalisa aborda temas como la depresión, el alcoholismo, las crisis existenciales y la frustrante ambivalencia humana. En ella se examinan la naturaleza de las relaciones sentimentales desde una perspectiva madura. Fiel a las sensibilidades de Kaufman, que suelen ser incómodamente cercanas a la realidad, el resultado es agridulce, entrañable y devastador.