A sus 78 años, Clint Eastwood continúa siendo una figura cinematográfica que demanda respeto e impone una intimidante presencia escénica como actor. El aclamado cineasta no sólo se desempeña estupendamente como el protagonista de “Gran Torino”, sino que también dirige, produce y hasta interpreta la canción que se escucha durante los créditos.

El filme, que estrena ayer en Puerto Rico, se supone que sea su última aparición ante las cámaras, ya que de ahora en adelante se dedicará exclusivamente a lo que sucede detrás de ellas. De ser así, Eastwood se despide dignamente del medio donde se dio a conocer en clásicos como “The Good, The Bad and The Ugly” y “Dirty Harry”, esto a pesar de que el resto de la película no está a la par con sus más recientes éxitos, “Letters From Iwo Jima” y “Mystic River”.

En “Gran Torino” Eastwood interpreta a “Walt Kowalski”, un veterano de la Guerra de Corea quien ha visto como su vecindario ha sido repoblado por inmigrantes orientales. Su obvio desprecio hacia esa raza se hace aún más evidente cuando un adolescente intenta robarse su carro. Sin embargo, al percatarse de que el chico fue forzado por una ganga a cometer el crimen, “Walt” toma al joven bajo su ala para reeducarlo, gesto que terapéuticamente sana su prejuicio.

El fallo principal de la cinta recae en el elenco, compuesto en su mayoría por actores novatos de ascendencia asiática. Cuando un artista de la talla de Eastwood se mide ante otros de su calibre - como por ejemplo en “Unforgiven” donde trabajó con Morgan Freeman, Gene Hackman y Richard Harris- la experiencia es sublime. Pero cuando actúa al lado de artistas que no dan el grado, el resultado es todo lo opuesto.

Tanto el trabajo de Bee Wang como de Ahney Her -quienes interpretan al joven “Thao” y su hermana “Sue”, respectivamente- resulta nada más que mediocre. Hay escenas que son verdaderamente dolorosas, y no por su contenido dramático, sino por lo pésimas que son. Sé que hay que darle oportunidades a los nuevos talentos, pero un elenco debe ser parejo: o todos son buenos o todos son malos. Cualquier variación en el nivel histriónico termina en desastre. 

Con todos y sus pecados, la película es bastante entretenida y la actuación de Eastwood por sí  sola vale el precio del boleto. Es como ver a “Dirty Harry” casi cuarenta años más tarde como un viejo cascarrabias: la misma intensidad al hablar sólo que con un excelente sentido del humor.