Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
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La película comienza con una calle vacía, hasta que un perro rabioso, de colmillos afilados y ojos coléricos, irrumpe en la toma. Iracundo y corriendo a toda velocidad, lo que comenzó con un sólo can rápidamente se transforma en una furiosa e imparable jauría. Los jadeos y gruñidos advierten a las personas a salirse de su camino. Andan al acecho de alguien: de aquél quien los recuerda -a todos y cada uno de ellos- con miedo y remordimiento.
La escalofriante escena sienta el patrón de lo que será “Waltz With Bashir”; un viaje a través de las memorias de un trío de amigos que combatió en el ejército de Israel que en 1982 masacró a cientos de palestinos durante al Guerra del Líbano. La cinta sumerge al público en las atrocidades perpetradas en el conflicto bélico y las cicatrices emocionales que marcaron para siempre a los soldados entrevistados.
Basada en los recuerdos del propio director Ari Folman cuando participó en esa guerra a los 19 años, el filme sigue sus pasos 25 años más tarde. Tras hablar con un viejo amigo militar, quien le cuenta las pesadillas que aún sufre a causa de la guerra, Folman se percata de que no posee muchos recuerdos sobre esa terrible etapa de su vida, lo que lo impulsa a buscar viejas amistades que lo ayuden a descifrar un sueño recurrente que esconde un fatídico secreto.
Filmado al estilo documental, el largometraje ganador del Globo de Oro a la mejor película extranjera emplea a su favor el medio animado a lo largo de toda su duración para recrear las memorias de sus protagonistas. Escenas como la mencionada pesadilla con los perros o el sueño de un hombre que es rescatado del mar por una gigantesca mujer desnuda, se benefician de manera notable de las ilimitadas posibilidades de la animación para crear lo irreal.
Por el contrario, cuando Folman se concentra en entrevistar a los testigos de la guerra –entre amigos, psicólogos y periodistas- el estilo le resta impacto a los testimonios. Cuando se habla con alguien que presenció esos terribles actos, lo importante es ver la expresión en su rostro, que a veces dice más que cualquier palabra. Aún así, la efectividad de la película es innegable, en especial con la perturbadora escena final que se aparta de lo fingido para mostrar la cruda realidad de la masacre.
En su discurso de aceptación tras ganar el Globo de Oro, Folman dedicó el premio a los ocho bebés que nacieron durante los cuatro años que tomó hacer la película. El director se sintió esperanzado en que cuando los niños crezcan y vean “Waltz With Bashir”, “les parecerá como un antiguo videojuego que no tuviese nada que ver con sus vidas”. Ojalá así sea.