Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Muchos de los protagonistas de los filmes del director Danny Boyle suelen querer escapar, ya sea del vicio de las drogas (Trainspotting), del mundo real (The Beach), de la pobreza (Slumdog Millionaire) o, incluso, de los feroces zombis (28 Days Later).
En su nueva y cautivante cinta, 127 Hours, tenemos un personaje que precisamente queda atrapado por querer escapar, sólo que esta vez no se trata de ficción sino de un insólito hecho verídico. La extraordinaria historia de Aron Ralston y lo que este joven excursionista tuvo que hacer para sobrevivir al quedar atrapado “entre la espada y la pared”.
James Franco interpreta a Ralston en una magnífica actuación que, junto a la fabulosa dirección de Boyle, hacen de esta película toda una excitante -y por momentos, agonizante- experiencia. Sólo mediante un carisma como la que exhibe Franco podría funcionar una historia que se desarrolla mayormente en un angosto cañón y en el que el protagonista permanece inmóvil.
En el 2003, mientras Ralston exploraba los cañones de Moab, en Utah, cayó por uno de éstos y su brazo quedó pillado entre un enorme peñón y una pared. Allí pasó, tal y como dice el título del filme, 127 horas hasta que tomó la decisión de amputarse el brazo con una navaja sin filo. Parecerá material de una película de terror, y ciertamente lo debió ser para Ralston, pero es todo lo contrario: una historia inspiradora, bien contada y -aunque parezca increíble- muy entretenida.
Para obtener este resultado, Boyle emplea su típica e hiperactiva edición que mantiene la trama moviéndose en todo momento, incluso cuando Ralston está atrapado en el cañón. Por medio de flashbacks y un fantástico uso de monólogos -hechos a la perfección por Franco- que el propio Ralston realizó frente a su cámara para documentar su odisea -y, supongo, mantener la cordura-, el cineasta hace de esta trama minimalista toda una experiencia universal.
No es fácil hacer una película cuando la mayoría del público conoce el final, pero Boyle no sólo consigue cautivarnos sino conmovernos con una historia llena de espíritu humano y más asombrosa que la que pudiese proveer la ficción.