
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Si el director David Cronenberg llevaba mucho tiempo con la inquietud de hacer una película de época, supongo que la adaptación del libro A Dangerous Method era el material idóneo para él al tratarse de la relación entre Sigmund Freud, Carl Jung y Sabina Spielrein, tres de los psicoanalistas más respetados de la historia.
Después de todo, Cronenberg es el cineasta detrás de filmes como Dead Ringers, A History of Violence y Crash, tres películas que examinaron a mayor o menor grado los aspectos más oscuros de la sexualidad humana, tema predilecto del reconocido neurólogo austriaco. Ahora, siendo justos, crear una narrativa cinematográfica cautivante de la relación mayormente epistolar entre Freud y Jung, representa un reto casi inalcanzable para cualquier cineasta, al menos que se trate de una parodia al estilo de Mel Brooks.
El largometraje no escatima en talento delante ni detrás de las cámaras. La cinematografía es admirable, con paisajes de Viena y Suiza que parecen congelados en el tiempo hace un siglo; la dirección de Cronenberg es clásica y restringida, y las actuaciones estelares de Viggo Mortensen (Freud), Michael Fassbender (Jung) y Keira Knightley (Spielrein) están a la altura de sus respectivas habilidades histriónicas. Sin embargo, ninguno de estos aciertos logra contrarrestar un guión que, aunque temáticamente interesante, resulta demasiado tedioso.
La trama se centra en la relación profesional y personal entre Freud y Jung y la desquiciada mujer -Sabina Spielrein- que en cierta forma se interpone entre ellos. Su intromisión no es en la trillada forma de un triángulo amoroso sino como la paciente que provoca una colisión entre los distintos acercamientos a la psicología de ambos médicos. Esto se presta para extensas conversaciones que por ocasiones se sienten como disertaciones académicas, material para ser leído y discutido, no tanto así para verlo en el cine.
Sin duda existe un sector del público que encontrará A Dangerous Method fascinante. No es una mala película, técnicamente está bien hecha, pero tampoco es una que se adapta de la mejor manera a las virtudes del séptimo arte. La combinación de Cronenberg, Freud y Jung debió ser algo más disonante y no una mera exposición de tabúes dirigidos a provocar a los espectadores.