
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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El mundo no es blanco y negro. Un buen drama es aquel que se desarrolla en las áreas grises, evitando los extremos y las simples definiciones de sus protagonistas como “buenos” y “malos”. El soberbio filme iraní A Separation, ganador del Óscar a la mejor película extranjera del 2011, existe a cabalidad en esta zona moralmente compleja, donde no siempre es fácil distinguir quién está en lo correcto.
El director Asghar Farhadi nos cautiva desde la primera escena en la que se nos presenta a dos de los principales protagonistas de este intenso largometraje: “Nader” y “Simin”, un matrimonio que solicita el divorcio, interpretados magistralmente por Peyman Moadi y Leila Hatami, respectivamente. Divorciarse en Irán, sin embargo, no es nada sencillo.
Farhadi dirige esta brillante secuencia con suma astucia e inteligencia, poniendo a los actores a hablar directamente a la cámara mientras exponen sus argumentos a favor (ella) y en contra (él) de la separación. Aunque escuchamos a un juez responderle a la pareja fuera de cámara, somos nosotros, el público, quienes la estaremos juzgando sus acciones durante las siguientes dos horas.
El gran punto de contención entre el matrimonio es la custodia de su hija adolescente. “Simin” quiere llevársela a Estados Unidos para ofrecerle mejores oportunidades mientras que “Nader” alega que él no puede marcharse de Irán porque su anciano padre padece de Alzheimer. El juez rechaza la solicitud de divorcio y la pareja regresa a su hogar.
Independientemente de la decisión, “Simin” se marcha de la casa, por lo que “Nader” se ve obligado a contratar los servicios de una mujer para atender a su papá. La mujer acepta el trabajo sin el consentimiento de su marido, quien está desempleado. Un altercado entre ella y “Nader” desata una reacción en cadena que tiene serias consecuencias y coloca en tela de juicio el valor de la verdad y lo correcto cuando del porvenir propio se trata.
El guión de Farhadi -que también fue nominado al Óscar- está tan bien escrito y sus personajes tan detalladamente desarrollados que se sienten genuinos y no productos de un trabajo de ficción. El cineasta nos abre las puertas a la realidades actuales de Irán y cómo la religión está atada intrínsecamente a su sociedad. La trama se desenvuelve como un thriller dialógico en el que el espectador descubre secretos y verdades a medias al mismo tiempo que los personajes.
Las actuaciones son sensacionales. Moadi, en especial, manifiesta una amalgama de emociones que varían radicalmente entre una escena y otra, al igual que ocurre con Sareh Bayat, quien interpreta a “Razieh”, la mujer contratada por “Nader”. Tanto ellos como el resto de los actores son colocados en situaciones sumamente difíciles y complicadas y transmiten este sentir al público con mucha efectividad.
La conclusión de A Separation es tan genial como su comienzo. Nuestras alianzas han cambiado múltiples veces a lo largo de la película. Al final descubrimos toda la verdad pero aun así nos deja cierto grado de insatisfacción al no poder señalar a nadie como el claro “culpable”. ¿Se hizo justicia? ¿Existe semejante cosa? Estos y otros cuestionamientos hacen de este filme una gran obra del cine contemporáneo.