Si al iniciar una relación amorosa pudiéramos mirar diez años hacia el futuro, ¿lo haríamos? Probablemente no, pero siempre  habrá quienes querrán  irse a la segura.  Sin embargo, más beneficioso sería poder mirar hacia atrás cuando se llevan diez años juntos y revivir  cómo empezó todo. 

El drama Blue Valentine, primer largometraje dirigido por Dereck Cianfrance, estructura su devastadora trama en dos narrativas paralelas que contrastan el nacimiento y la muerte de un matrimonio. No toma una década llegar a esta implosión: las señales de su eventual deterioro estaban presentes desde el principio. Somos testigos de ello mientras observamos lo inevitable con una mezcla de melancolía y pena.

Michelle Williams y Ryan Gosling interpretan a “Cindy” y “Dean”, una pareja al borde del abismo. Casados desde hace unos cinco años, su realidad se presenta a los espectadores en momentos cuando el más mínimo desliz es capaz de desatar una fuerte discusión. “Cindy” trabaja como enfermera y aparenta ser la mayor -a veces la única- fuente de ingresos en el hogar. “Dean” es un “handyman” que trabaja cuando algo aparece y cuando no, no se esmera por encontrarlo. Eso sí, es un padre cariñoso y la adoración de su pequeña “Frankie”.

La actitud de “Cindy” denota resentimiento y resginación, como quién acepta que padece de un cáncer terminal y que el fin se aproxima.  “Dean”, por el contrario, trata de aferrarse a unos sentimientos que ya no existen, poniendo canciones que escuchaban cuando se conocieron o por medio de señales de afecto que ya no son bien recibidas.

Cianfrance hace buen uso de los “close-ups” y tiros cerrados de cámara para acercarnos íntimamente a los personajes y su dolor. El cineasta utiliza la estructura de su guión -que escribió junto a Cami Delavigne y Joey Curtis- a manera de espejo, exponiendo a veces situaciones similares que son percibidas de formas sumamente distintas de acuerdo al tiempo en el que ocurren en la relación entre los esposos. 

Una escena de sexo, por ejemplo, desarrollada durante un fútil intento de “Dean” por reencender la pasión con “Cindy” en un motel barato, funciona como un parche para una herida que no hay quien sane. Otra escena bastante similar, dentro del marco del inicio de su romance, es trabajada con ternura y sensualidad. La clave para la efectividad de este contraste visual y emocional  yace en su edición, y la que se ve en el filme es muy buena.

Williams da una actuación excepcional en un papel  exigente que la deja vulnerable ante las cámaras, tanto física como emocionalmente. Su interpretación es cruda y brutalmente honesta. Verla actuar es como observar una bomba de tiempo a punto de estallar, guardándose una avalancha de sentimientos que no sabe si puede o debe expresar.

La interpretación de Gosling es excelente en un rol mucho más introvertido, con espontáneos estallidos de rencor. Sin embargo, el guión traiciona a su personaje en el último acto. Hasta ese momento, la cinta no nos colocaba necesariamente a favor ni en contra de ninguno de los dos, pero la trama lo fuerza a cometer acciones que lo convierten en el claro villano de la película, y nos hace perder por completo la imparcialidad.

La película no es una experiencia fácil ni mucho menos placentera, pero sí una muy admirable. A veces vamos al cine a escapar y otras a confrontar  realidades. Blue Valentine es lo más real que encontrará actualmente exhibiéndose en cartelera.