
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Para escribir una crítica de Casa de mi padre, la nueva comedia protagonizada por Will Ferrell, hay que establecer algo desde el principio: la película es estúpida hasta decir basta, irreverente, ridícula y, quizá, un tanto ofensiva. También puede ser muy, muy graciosa, si usted acepta su humor estúpido, irreverencia, ridiculeces y no se ofende fácilmente.
No. Casa de mi padre no es una “buena” película, pero no pretende serlo. Es mala a propósito. Una sátira de los westerns y las telenovelas mexicanas cuyo humor no siempre da en el blanco, pero igual observamos incrédulos este tonto teatro de lo absurdo simplemente por ver lo próximo que se les va a ocurrir. En sus mejores momentos, se asemeja a un episodio de Monty Python dirigido por Quentin Tarantino.
La mayor atracción del largometraje es escuchar a Ferrell hablar español junto a un elenco compuesto en su mayoría por actores mexicanos, como Gael García Bernal, Diego Luna y el recién fenecido Pedro Armendáriz Jr., a quien se le dedica la cinta. Ferrell aprendió sus líneas fonéticamente y hay un humor inherente en ver a un “pinche gringo” hablando español.
Ferrell interpreta a “Armando Álvarez”, hijo de un prominente ranchero en México. Justo cuando el rancho atraviesa dificultades económicas, llega el hijo menor, “Raúl” (Luna), junto a su prometida, “Sonia” (Génesis Rodríguez), y jura resolver las deudas de su padre. Pero cuando “Armando” se enamora de “Sonia” y los negocios de “Raúl” resultan que no son muy legales, la familia Álvarez se ve involucrada en la guerra del narcotráfico que se vive en la frontera, liderada por el capo conocido como “El Onza” (García Bernal).
Pasión, traiciones, familia y melodrama, cuatro estándares de los culebrones mexicanos, complementan esta típica trama de un filme de vaqueros que hace constante alarde de su bajo presupuesto, con errores de edición y rudimentarios efectos especiales, dirigidos a provocar carcajadas. Las actuaciones de Ferrell, Luna y García Bernal son intencionalmente exageradas y malas, pero se les nota tan divertidos interpretando a estos personajes tan trillados que nos reímos con ellos.
Tanto el director Matt Piedmont como el guionista Andrew Steele han escrito “sketches” para Saturday Night Live y el portal FunnyOrDie.com, y precisamente así se siente Casa de mi padre, como una serie de segmentos breves que giran alrededor de un chiste. No todos funcionan, claro. Algunos son redundantes y "estiran demasiado el chicle", pero también están aquellos momentos inspirados –como un viaje alucinógeno que parece sacado de una película de Alejandro Jodorowsky- que son muy memorables.
No habrá un punto medio entre el público con respecto a Casa de mi padre. Algunos la van a odiar fervientemente y otros -como este servidor- podrán consumir sus bobadas con suma facilidad. Ambas apreciaciones serán válidas. Es una buena mala película.