Mitad Poltergeist, mitad Paranormal Activity, el largometraje Dark Skies no pretende ser más que lo que es: un genérico thriller paranormal que gravita entre lo fácilmente olvidable y lo momentáneamente entretenido.

La parte olvidable corresponde a su similitud estructural a la popular serie de Paranormal Activity de encerrar a una familia en una casa y monitorear sus movimientos a través de cámaras infrarrojas. Por suerte, la cinta no abusa  de este trillado concepto, sino que lo usa a su favor únicamente cuando lo amerita.

Lo que la hace entretenida  viene inspirado en aquel clásico de 1982 -producido por Steven Spielberg-, sólo que en lugar de fantasmas que torturan a una familia, aquí son extraterrestres. La clave está en que el director y guionista Scott Stewart nos hace preocuparnos por sus integrantes -bueno, al menos un poquito- antes de hacerlos pasar las de Caín.  

Esto resulta sorprendente al tener en cuenta que los pasados dos filmes de Stewart, Legion y Priest, fueron terribles. Mientras en Dark Skies su talento como guionista continúa flaqueando, al menos en términos de dirección demuestra un progreso, creando una sólida y tensa atmósfera durante el primer y segundo acto de la historia. Lástima que  se desmorone al final, con una resolución que deja mucho que desear y que sucumbe a esa  maldita mala costumbre de muchos  estrenos comerciales  contemporáneos de dejar la trama abierta con la esperanza de que sea un éxito taquillero y así transformarla en una franquicia.    

El elenco resulta muy bueno, en general. Keri Russell es “Lucy”, la madre de la familia Barrett cuyo esposo y dos hijos comienzan a recibir extrañas visitas por las noches. Russell realiza un buen trabajo de transmitir sus desesperación y desconcierto, mientras que su esposo -interpretado por Josh Hamilton- evita ser el personaje que no cree nada de lo que está pasando y se proyecta como un ente activo en el desarrollo dramático.

Stewart concina Dark Skies a fuego lento -a veces, demasiado lento- pero el ritmo facilita una conexión emocional entre el público y lo que transcurre en pantalla. No es nada genial, y está repleta de clichés, pero los sobrepasa mediante una efectiva ejecución de lo que se espera del género.