
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
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Muchas películas se han hecho acerca de maestros inspiradores. Tantas, de hecho, que ya casi son un género.
Detachment, del director Tony Kaye, es la antítesis de todas ellas, como si las pasaran a través de un colador que filtrase toda la esperanza, sentimentalismo, el carpe diem y los profesores como Mr. Holland y Jaime Escalante, para dejarnos con puro nihilismo.
No hay luz al final de este oscuro viaje a través del sistema público de educación de Estados Unidos, que abarca mucho en poco tiempo, forzándonos a ver el tétrico panorama de manera tan implacable que entumece. El propio título lo dice: “Detachement”. Desprendimiento. Mecanismo de defensa que los maestros que trabajan en estas condiciones tienen que emplear para no enloquecer y que, al final, se manifiesta en nosotros, aunque ese no haya sido el efecto deseado.
La trama gira en torno a “Henry Barthes” (Adrien Brody), un maestro sustituto con una aparente indiferencia a los problemas tanto institucionales como sociológicos que agobian a las escuelas.
“Barthes” tiene sus propios demonios que lo atormentan, los cuales abonan al sentimiento de desesperanza que impera en el largometraje, y con los que trata de lidiar mientras intenta impartir un poco de conocimiento a sus alumnos durante su breve periodo juntos.
El guión de Detachment es el primero escrito por Carl Lund, un ex maestro de escuela pública. Sus frustraciones son palpables y su argumento contiene un puñado de buenas ideas amarradas a la fuerza que quizá hubiesen sido transmitidas mejor de haberse concentrado en lo que ocurre en las aulas. Lund infla la narrativa con historias secundarias que no aportan mucho, como la prostituta adolescente que “Barthes” refugia en su casa en un acto de extremo altruismo que contrasta con la naturaleza del personaje.
La dirección de Kaye tiene momentos inspirados que nos recuerdan que hace 14 años fue el cineasta detrás de la excelente American History X. Las animaciones con tiza que matizan la edición resulta muy efectiva, al igual que los montajes que realiza para adentrarnos en las psiquis de los personajes. Sin embargo, su acercamiento al material también sufre de la misma mezcolanza que padece el guión, sólo que de estilos en lugar de ideas.
El final de Detachment, predecible por demás, carece de impacto al sostenerse del desenlace de dos relaciones pobremente desarrolladas. Uno trágico y otra que se siente trillado. Un irónico toque de esperanza que resulta falso tras todo lo que acabamos de ver.
Detachment está disponible a través de Netflix Watch Instantly y estrena el jueves en Fine Arts Cafe.