Hay que ser cauteloso cuando vemos que el nombre de un famoso productor se utiliza por encima del de un director o actor como gancho de promoción de una película. A veces es señal de que el estudio necesita de la fama de ese cineasta para atraer al público, tal y como es el caso de Don't Be Afraid of the Dark, producida por el mexicano Guillermo del Toro.

El filme, el primero dirigido por Troy Nixey, protegé de Del Toro, ha sido durante años un proyecto de pasión del aclamado director de El laberinto del fauno, quien de niño quedó cautivado por la cinta homónima de 1973 hecha para televisión. Del Toro y Matthew Robbins escribieron el guión que evoca la atmósfera y ambientación de cintas de la década de 1980, como Gremlins y The Gate. Pero mientras la nostalgia es capaz de mucho, no hace invisibles las fallas que limitan el potencial  de esta historia de terror.

La premisa se establece efectivamente en el primer acto, particularmente el prólogo -una de las mejores escenas- en el que vemos al antiguo dueño de la mansión Blackwood ofreciendo -a cambio de su hijo- un plato lleno de dientes a las huidizas y malévolas criaturas que viven en su chimenea. Los pequeños monstruos no aceptan la ofrenda y se deshacen prontamente de él.

Acto seguido nos trasladamos al presente, donde una niña, llamada “Sally” (Bailee Madison), se muda a la mansión junto a su padre y la esposa de éste, interpretados por Guy Pearce y Katie Holmes.  De noche “Sally” comienza a escuchar voces que le hablan desde los ductos de aire  de la vieja casa y es así como descubre la chimenea en el sótano que abre sin saber el peligro que plantea.

El problema principal con Don't Be Afraid of the Dark es uno de tono. La película no parece decidirse si quiere ser puro terror o terror mezclado con comedia. Cuando la trama se concentra exclusivamente en “Sally” funciona muy bien, pero su padre parece que fue sacado de un filme con un menor grado de inteligencia, al comportarse como el típico personaje que no acepta que algo extraño está ocurriendo a pesar de que no existe una sensata explicación que prueba lo contrario. Esto se hace gradualmente más frustrante a medida que la trama se desarrolla.

La culpa definitivamente recae sobre el guión que además realiza un pobre trabajo de expandir en la mitología detrás de estas criaturas que está repleta de incongruencias. Por cada buena idea que surge en la narrativa, hay dos que se interponen en el camino de nuestro genuino disfrute de la cinta.

Por su parte, Nixey consigue impresionar con su debut tras las cámaras. Las escenas que sí funcionan en provocar escalofrios están construidas con un palpable conocimiento de las virtudes del género. De igual forma, la pequeña Madison -quien es una muy buena joven actriz, como demostró en Brothers- se luce como “Sally” en un papel que pudo haber exigido más de ella pero sobresale muy por encima de los otros miembros del elenco.

Existen películas que empezamos a ver con la promesa de que serán geniales, en especial si vienen apadrinadas por alguien como Del Toro. Don't Be Afraid of the Dark está muy consciente del tipo de filme que desea ser, trasladándonos en tiempo y espacio a cuando las películas de terror giraban en torno a niños y no exclusivamente adolescentes. Ver a un niño en peligro provoca mayor miedo en el espectador que un adulto en la misma situación. Todos los ingredientes estaban presentes, pero al final Del Toro y Robbins no supieron cómo mezclarlos mejor.