El tema de la mortalidad, particularmente lo que viene después de ésta, es uno que siempre ha fascinado a los grandes directores. En la filmografía de Ingmar Bergman, por ejemplo, la muerte tuvo una presencia constante -aunque  jamás mayor protagonismo que en el clásico The Seventh Seal-, pero la mayoría de los cineastas suelen gravitar hacia este gran cuestionamiento a medida que van entrando en años.

Clint Eastwood, quien pronto cumplirá 81 años, se acerca a la muerte  desde la perspectiva de los que han sido expuestos a ella de diferentes maneras en  Hereafter, tres historias independientes vinculadas por el llamado “'más alla”, que resultan más fascinantes por sí solas que como un tríptico cinematográfico.

El filme comienza con una espeluznante secuencia que recrea -con unos impresionantes efectos especiales- el catastrófico tsunami de 2004 que mató a más de 230,000 personas en Indonesia, entre ellas, a la periodista francesa “Marie LeLay” (Cécile De France), quien es resucitada por dos buenos samaritanos tras perecer ahogada, no sin antes haber presenciado un plano existencial entre la vida y la muerte.

Mientras, en Estados Unidos, “George Lonegan” (Matt Damon) trata de dejar en el pasado su profesión como médium por no querer vivir una vida en base a la muerte. Sin embargo, su don -o maldición, como él le llama- lo persigue y limita de manera notable su capacidad de involucrarse con otras personas. Al mismo tiempo, una pareja de hermanos gemelos en Londres intenta librar a su madre de su adicción a las drogas, pero la repentina muerte de uno de ellos deja al otro como la mitad de un alma deambulando sola por el mundo.

El guión de Peter Morgan (Frost/Nixon, The Last King of Scotland) se aleja de los aspectos más místicos que se verían en una historia de este tipo en el género del suspenso o terror para presentar la relación de los humanos con la muerte sin nexos con religión alguna. Se trata de una propuesta interesante y minimalista, pero que al final sucumbe a la predecible fusión de los tres hilos narrativos que, aunque provee una resolución satisfactoria a cada uno, no deja de sentirse muy forzada.

La dirección de Eastwood es más lánguida de lo normal, casi como si invitase a meditar con detenimiento en cada una de las historias sobre lo que se expone en pantalla. Su manejo de los actores es excelente, algo que es más notable en Damon, por ser un actor con el que estamos familiarizados y que aquí trabaja fuera de su zona de comodidad. Igualmente hábil es su manejo en De France y los hermanos Frankie y George McLaren, como los gemelos.

Hereafter ofrece un vistazo más pausado y metódico al espacio que existe entre este plano existencial y el próximo, sin pretensiones de querer dar una respuesta concreta ni apelar a las creencias de un grupo en específico.  Por momentos es cautivante y, debido a la manera como está construida, cada espectador tendrá -entre las tres- su historia favorita, según sea su propia relación con la inevitable muerte.