Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Cuando hace poco más de seis meses vi los primeros avances de Sucker Punch, pensé “¡esto es una película hecha específicamente para mí!”. Las influencias del primer guión original escrito por el director Zack Snyder eran obvias: cómics, videojuegos, ciencia ficción, “steam punk”, Dungeons & Dragons y una cantidad obscena de animación japonesa, ingredientes fundamentales de mi adolescencia.
Las espectaculares imágenes mostraban chicas atractivas armadas de ametralladoras y espadas, feroces dragones, soldados zombies, batallas aéreas, tanques robóticos, cyborgs, gigantescos guerreros samurai… Todos y cada uno de estos elementos son expuestos fenomenalmente en la pantalla grande. ¿El problema? Una absoluta ausencia de un vínculo emocional entre ellos y el público. No hay ni una gota de sustancia en esta híper cinética avalancha de estilo.
La cinta carece de una narrativa coherente que es entorpecida aun más por la estructura empleada por Synder para contar la historia de su protagonista, la inexpresiva Emeily Browning como “Baby Doll”. Tras la muerte de su madre, la joven es ingresada a un manicomio y para “escapar” de este deprimente lugar, se lo imagina como un burdel, porque según el libreto, un prostíbulo ofrece un ambiente más acogedor que una institución mental.
Una vez en este mundo ilusorio, Snyder introduce la absurda muletilla en la que se sostiene todo su argumento: el ultra erótico baile que usa “Baby Doll” para hipnotizar a sus hombres captores. La danza de la seducción jamás la vemos, pero en su lugar tenemos un tercer nivel de fantasía que es donde se aglomeran aquellos elementos fantásticos en cuatro asombrosas y muy bien coreografiadas secuencias de acción que son completamente inconsecuentes a la trama.
Se supone que estas escenas son la representación visual de “Baby Doll” mientras está bailando y en la búsqueda -junto a otras cuatro prostitutas/pacientes- de cuatro artículos que necesita para escapar del burdel/manicomio. Como todo esto es producto de la imaginación dentro de su imaginación, no hay ningún riesgo real. Es pura acción sin consecuencias porque nunca sabemos lo que en realidad ocurre en el manicomio. ¿De qué vale verlas pelear con dragones si no les puede pasar nada?
Es una pena que Snyder haya malgastado lo que sin duda alguna es la mejor representación de su singular estilo visual -uno que a muchos no les atraerá pero apela a mis gustos- en un guión que no lo merece. Sus cinco protagonistas podrían estar armadas hasta los dientes si al menos tuvieran algún peso emocional y carácter propio, pero no son más que la máxima expresión misógina de personajes femeninos cuya única arma son sus cuerpos.
Quienes únicos lucen bien, no son los actores, cuyo desempeño es difícil de evaluar dada la pobreza del libreto, sino los artistas que realizaron en sus computadoras las sorprendentes imágenes. Si usted tiene el más mínimo interés en ver este largometraje, sugiero que lo haga en el cine para poder apreciarlas en todo su esplendor, porque en su casa será como ver vídeos musicales durante dos horas con una aburridísima novela entre canción y canción.
Sucker Punch no es un total fracaso, sino más bien un admirable desastre, y esa es la mayor frustración: pensar lo que pudo ser de habérsele dedicado la misma atención a la historia que a los efectos especiales. Como está, es el equivalente fílmico a la revista Playboy: estéticamente atractiva, artificial y superficial, basada en las fantasías colectivas del público masculino al que va dirigida y totalmente desechable una vez pasa ese primer estímulo visual.
**Hoy, en PA’L CINE: las buenas y malas representaciones de personajes femeninos en el género de acción.**