
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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El sábado fui a ver The Grey impulsado por la buenas críticas que recibió, comentarios de conocidos cinéfilos, y –sobre todo- por la idea de ver a Liam Neeson vs. una manada de lobos. Si ese posible combate estelar entre Neeson y las bestias no te motiva a ir al cine, nada lo hará.
Conociendo la filmografía del director Joe Carnahan (Narc, Smokin’ Aces, The A-Team), entré al cine esperando ver un tipo de película pero lo que se expuso en pantalla fue algo totalmente diferente y mucho mejor a mis expectativas. The Grey no es tanto un filme de acción sino un drama de supervivencia bastante espiritual y reflexivo sobre la muerte. Esto no es lo que se suele encontrar entre los terribles estrenos comerciales de esta época del año.
Neeson interpreta a “Ottway”, un empleado de una compañía petrolera en Alaska que fue contratado como francotirador para matar a los lobos que intentasen atacar a los otros trabajadores. En un vuelo de regreso a casa, el avión se estrella en el medio de la nada y “Ottway” junto a un puñado de sobrevivientes deben enfrentarse, no sólo a las crudas condiciones climáticas, sino a las decenas de lobos que ahora los superan a ellos en números.
Lo que diferencia a The Grey de la típica película de supervivencia –o, incluso, de la versión engañosa que te vende el estudio en el tráiler- es el desarrollo de sus personajes, particularmente los secundarios que la mayoría de las veces son utilizados como carne de cañón, víctimas fácilmente desechables e insignificantes para el espectador. El guión de Carnahan e Ian Mackenzie –basado en un cuento corto de éste-, nos permite conocer a cada uno de los obreros y simpatizar con ellos, construyendo un vínculo emocional que nos lleva a preocuparnos por su seguridad.
Más que una historia de hombre vs naturaleza, The Grey es sobre el hombre vs su propia mortalidad. Los lobos fungen como una representación del conflicto interno del personaje de “Ottway” que no es completamente revelado sino hasta los últimos minutos del largometraje en un momento emocionalmente profundo. La relación entre este líder y el resto de los hombres recibe un amplio desarrollo, que por ocasiones raya en el sentimentalismo mientras todos comparten sus vivencias, pero en lo general evita caer en lo trillado.
Neeson posee una impresionante presencia escénica que lo hace el alfa entre el grupo de supervivientes, pero al mismo tiempo deja ver su vulnerabilidad. Sin entrar en detalles sobre la trama, si conocen la vida de Neeson, en especial una tragedia que lo marcó a él y su familia hace unos años, no me puedo imaginar lo difícil que debe haber sido para él interpretar algunas de las escenas. Conociendo esto de antemano se me hizo aún más conmovedora su actuación, sabiendo que gran parte de lo que expresaba venía de un lugar muy personal para él.
El trabajo del reparto es equitativamente sólido, pero vale resaltar el de Frank Grillo como “Díaz”. El actor logra elevar por encima de los clichés al característico tipo problemático e insoportable del grupo, demostrando sus inseguridades y transformándolo de un mero arquetipo a un personaje de carne y hueso.
El final de The Grey no será del agrado de muchos. En mi sala empecé a escuchar al público refunfuñando tan pronto aparecieron los créditos en pantalla. Los desenlaces abiertos tienden a ser un punto de contención entre los cinéfilos y entiendo por qué cuando se hacen simplemente por provocar una reacción. Aquí ese no es el caso. Si bien es cierto que narrativamente te deja anticipando lo que llevas esperando durante toda la cinta, en términos temáticos concluye satisfactoriamente, y eso, para mí, es lo importante.