Hay una escena en The King’s Speech en la que la Familia Real de Inglaterra, circa 1939, ve una proyección noticiosa en la que aparece Adolfo Hitler dirigiéndose a una inmensa multitud. La pequeña Elizabeth -actual reina del Reino Unido- le pregunta a su padre: “¿Qué está diciendo, papá?”, a lo que el rey Jorge VI le responde, “¿No lo sé, pero parece estarlo diciendo muy bien?”.

Un líder sin poder de oratoria no es un líder completo. Sócrates, Martin Luther King, Winston Churchill, Abraham Lincoln, Fidel Castro, Barack Obama y hasta el propio monstruo de Hitler, comparten esa habilidad para llegar a los corazones de las masas y seducirlas con sus palabras, para bien o para mal. Imagínese entonces el drama de tener la inmensa responsabilidad de convertirse en el soberano de uno de los imperios más grandes en la historia del mundo y padecer de una terrible gaguera.

La excelente película del director Tom Hooper (The Damned United) -que estrena hoy en las salas de Fine Arts- se desarrolla en Inglaterra cuando la tecnología comenzaba a obligar a los gobernantes a dirigirse a sus súbditos a través de los medios de comunicación masivos, en este caso, la radio. Albert Frederick Arthur George (Colin Firth), hijo menor del rey Jorge V, tuvo que enfrentar ese reto con una condición que no le permitía hablar fluidamente y que se exacerbaba ante el público.

El fabuloso guión de David Sidler presenta la relación que nace de este problema cuando Albert -conocido como “Bertie” por su familia- conoce al terapista del habla “Lionel”, interpretado magistralmente por Geoffrey Rush. Las escenas entre Rush y Firth, quien ofrece una de las mejores actuaciones de su ilustre carrera, sirven no sólo para desarrollar a ambos personajes, sino para además explorar las diferencias de clases en una sociedad monárquica.

Las reglas del juego las establece “Lionel”, a quien se le puede ver disfrutar cómo logra que un miembro de la Familia Real tenga que bajar a su nivel y seguir sus órdenes. Rush encarna a “Lionel” con suma astucia e irresistible ironía, proveyendo los momentos más cómicos de este drama y actuando como los ojos de un público que estará mayormente compuesto –seamos honestos- por lo que la realeza consideraría “plebeyos”.

Sin embargo, Firth no se queda atrás en su habilidad para que nos identifiquemos con él. A pesar de que la realidad de su personaje es casi alienígena para el espectador normal, el actor británico nos acerca a él por medio de un trabajo histriónico muy elaborado y humanista, interpretando al rey Jorge VI, no como una figura histórica, sino como un hombre de carne y hueso, con los mismos temores e inseguridades de cualquier persona, pero de cara a unos desafíos que la mayoría de nosotros –por suerte- nunca tendremos que enfrentar.

Mención aparte merecen los actores de reparto que completan el éxito de este largometraje. Helena Bonham Carter interpreta a Elizabeth, esposa de Jorge VI, en una encantadora actuación que se distancia muchísimo de los papeles más excéntricos por los que ha optado en los últimos año en películas como las de su pareja, el director Tim Burton. De igual forma, Michael Gambon, como el rey Jorge V, y Guy Pierce, como el rey Eduardo VIII, se destacan muy bien en sus respectivos papeles.  

La dirección de Hooper es más admirable y adecuada de lo que aparenta ser. Utilizando unos grandes angulares para filmar las escenas más íntimas entre “Lionel” y “Bertie”, el cineasta amplia el espacio de los escenarios, aumentando así el pánico que siente el rey cuando tiene que hablar en público, sintiéndose como un hombre diminuto ante todo un mundo. Hooper halla la manera de hacer que una cinta compuesta sustancialmente por diálogos y clases de dicción se sienta como una épica que recoge momentos vitales antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Luego del pasado martes, es imposible hablar de The King's Speech sin hacer referencia a sus 12 nominaciones al Oscar. Por mi parte, no considero justo que películas como ésta tengan que ser evaluadas bajo la imponente sombra de ese máximo galardón, el cual suele multiplicar las expectativas exponencialmente. ¿Mi recomendación? Vaya a ver el filme si busca una extraordinaria clase de actuación por dos de los más respetados veteranos de sus respectivas generaciones y si disfruta de historias inspiradoras que demuestran que todos, ricos o pobres, nos conmovemos por igual ante las experiencias que nos da la vida.