
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
PUBLICIDAD
Luego de diez años sin protagonizar un filme, el legendario Arnold Schwarzenegger regresó a la pantalla grande el pasado jueves en The Last Stand. Una vieja estrella de acción en lo que aparentaba ser un desechable filme de acción estrenado a mitad de enero (y no olvidemos a Johnny Knoxville en el póster), pues la verdad es que no prometía mucho. Su pobre recepción en la taquilla es prueba de ello.
Sin embargo, había un nombre en los créditos que sí me llamaba la atención: Kim Jee-woon. El director surcoreano contaba con una impresionante filmografía en su país natal -entre ellas A Tale of Two Sisters, The Good, The Bad, The Weird y I Saw the Devil- por lo que estaba dispuesto a darle el beneficio de la duda a su primera producción hollywoodense. ¿El resultado? Bastante mixto.
La trama no podría ser más simple, típica de cualquier B-Movie: un notorio criminal –interpretado por el español Eduardo Noriega- se escapa de prisión a bordo de un Corvette y viaja a toda velocidad hacia la frontera mexicana. Los incompetentes agentes del FBI, liderados por Forest Whitaker (¿recuerdan que él ganó un Óscar?), cometen estupidez tras estupidez y no logran capturarlo. Al final, lo único que queda entre el fugitivo y su destino es un viejo sheriff, encarnado, obviamente, por el señor Schwarzenegger.
La primera mitad del filme transcurre a un ritmo letárgico, con breves secuencias del Corvette “comiéndose” la carretera, mientras el sheriff “Ray Owens” descubre en su solitario poblado que los secuaces del criminal están construyendo un puente sobre un canal. Lo único que mantiene nuestro interés en pantalla es la presencia de Arnold, quien aún mantiene ese carisma que definió su carrera y nos ayudó a perdonarle sus deficiencias histriónicas.
Una vez el segundo acto concluye, los últimos 40 minutos de The Last Stand son donde el talento de Kim Jee-woon verdaderamente sobresale.
Las secuencias de acción –compuestas por tiroteos, peleas a puños y persecuciones de auto- están muy bien logradas, con un mínimo uso de efectos computarizados y un claro sentido dirección. El cineasta prefiere el uso de “stunts” y la diferencia es inmediatamente perceptible, lo cual dista mucho de la norma actual en la que la rápida edición y el sobreuso del CGI hacen que muchas películas se asemejan más a un videojuego.
Parece absurdo hablar de actuaciones en un filme como este, pero cabe señalar que al exgobernador de California aún le quedan algunos cartuchos. Su presencia escénica aún está intacta y la película no le exige hacer –muchas- cosas que serían ridículas a sus 65 años. Dentro del reparto también se destacan el siempre simpático Luis Guzmán, el sueco Peter Stormare –quien hace un mejor papel de villano que el propio Noriega- e incluso Knoxville, como el loquito del barrio, papel que le cae como anillo al dedo al integrante de Jackass.
The Last Stand caería bastante abajo en una lista de las mejores películas de Arnold Schwarzenegger, pero, si son como yo, y sienten nostalgia por los días de Predator y Commando, les aseguro que encontrarán algo que disfrutar en ella.