
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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El uso de las metáforas en el cine es un arma de doble filo. Al ser empleadas como subtexto por cineastas capaces, tienen el potencial de agregar matices e interpretaciones a un buen argumento. Expuestas explícitamente, su efectividad es tan sutil como un marronazo a la cabeza.
Trouble with the Curve cae en un punto medio entre ambos extremos, aunque inclinándose por el segundo. Su intención de ligar paralelismos entre el béisbol y una relación entre padre e hija es noble y sin pretensiones, pero aun así es imposible obviar las limitaciones de Robert Lorenz y Randy Brown en su iniciación como director y guionista, respectivamente. Lorenz fue asistente de director en muchas de las últimas películas de Clint Eastwood y su influencia se percibe, aunque sólo en la superficie.
Eastwood interpreta a “Gus”, un cazatalentos de los Bravos de Atlanta que es enviado a observar a un posible prospecto en una liga de escuela superior. “Gus”, quien está perdiendo la visión, recibe la ayuda de su hija, “Mickey” (Amy Adams), con quien mantiene una ácida relación tras abandonarla cuando niña luego de que ésta lo acompañase durante años en sus búsquedas de talento.
Las actuaciones de Eastwood y Adams cargan con la película y la elevan más allá de lo que está en la página. El libreto de Brown recurre al sentimentalismo y forzadas metáforas para ir limando las asperezas entre “Gus” y “Adams”, guiándonos hacia el final fácil y feliz. Esto sin contar la innecesaria introducción de un interés amoroso encarnado por Justin Timberlake que no aporta nada al desenlace de la historia central.
El guión trata infructuosamente de expresar el amor por el béisbol cuando en realidad el deporte se siente secundario al drama paterno filial, meramente un pretexto para que el mensaje de la película resuene en el espectador de forma prácticamente deletreada. Trouble with the Curve es la antítesis de la excelente Moneyball, una cinta muy superior, con una visión más analítica del béisbol, que supo transmitir la pasión deportiva y donde la relación entre padre e hija era la nota discordante.