Deadpool
El niño malcriado de Marvel llega a la pantalla grande armado de su particular irreverencia e inmadurez.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Si nunca ha oído hablar de "Deadpool", su verdadero debut cinematográfico –haciendo caso omiso de aquella aberración que apareció en X-Men Origins: Wolverine- se encargará de cambiar eso. Buena o mala, el niño malcriado de Marvel definitivamente dejará una impresión en el espectador de la misma manera que lo ha hecho con los miles de fanáticos que han seguido sus peripecias durante décadas en los cómics y que ahora reciben con gran entusiasmo su adaptación al cine. A estos, sepan que la larga espera valió la pena, al menos en lo que a la esencia del personaje se refiere.
La transición de los paneles gráficos a la pantalla grande del álter ego del mercenario “Wade Wilson” es una de las más fieles que se ha visto dentro de los filmes de superhéroes, aunque este sea un título que el propio “Deadpool” rechazaría. El libreto de Rhett Reese captura perfectamente el carácter del personaje creado por Rob Liefeld, desde su absoluta irreverencia hasta su inmaduro sentido del humor, haciendo de este estreno uno exclusivamente para el público mayor de 18 años. Este no es el “Deadpool” que aparece en los videojuegos de sus hijos, nietos o sobrinitos, sino el que no tiene pelos en la lengua ni reparos a la hora de decapitar a los malhechores que se interponen entre él y una noche experimentación sexual con la chica –o chico- que rescató anoche.
Lo que vemos aquí es básicamente su historia de origen, con “Wilson” persiguiendo al hombre que desfiguró su cuerpo a través de unos experimentos que lo salvaron del cáncer que se lo comía vivo mediante un poder curativo similar al de Wolverine, haciéndolo prácticamente inmortal. Pero lo que distingue a “Deadpool” es que él –contrario a sus colegas mucho más respetados- está consciente de su naturaleza ficticia, lo cual le permite comentar al respecto. Más que romper la llamada “cuarta pared”, el desquiciado antihéroe se ríe ante ella mientras la usa de urinario. Así ha sido en las páginas de los múltiples cómics que ha protagonizado y lo es ahora en este largometraje, que si bien no es el primero en subvertir el género, quizá sea el que más se ha divertido al hacerlo.
Tras interpretarlo por primera vez en la mencionada película del 2009 que la mayoría quisiéramos olvidar, Ryan Reynolds reivindica al personaje con una actuación que parecería haber estado destinada para él. El simple disfraz le permite al actor interpretar al “Deadpool” en casi todo momento, ofreciéndole la oportunidad de manifestar no solo su característico sarcasmo sino además un humor físico muy acertado y eficaz. Resulta difícil imaginar una adaptación de este cómic sin Reynolds, ya que si la película funciona lo logra gran parte al buen ánimo que él trae a ella.
De no ser por Reynolds, la historia sería muy distinta, ya que la producción no da el grado en otros departamentos. La dirección del novato Tim Miller raya en lo negligente. Nada en Deadpool salta a la vista, comenzando por sus escasas secuencias de acción –una de ellas disponible en Youtube desde hace años en una versión menos pulida pero igual de convencional- que no están a la par con lo que se espera del género a estas alturas. Por otro lado, mientras el guión de Reese sobresale en el promedio de risas por minuto, se cae en la estructura narrativa con un vaivén de tiempos un tanto torpe y el desarrollo de un villano que se suma a la larga lista de oponentes indistinguibles e inmemorables de las cintas de superhéroes. Los efectos especiales también dejan mucho que desear, como si hubiesen sido hechos en computadoras de una década atrás.
Sin embargo, el nivel de comedia inclina la balanza hacia el otro lado lo suficiente como para ignorar las deficiencias del filme, cuyo objetivo al final del día es divertir. Han hecho y harán mejores películas de superhéroes, pero encontrar una más graciosa probará ser difícil. Y si la hacen, “Deadpool” será el primero en burlarse de ella en una futura secuela mirando de frente a la cámara mientras les muestra sus dos dedos favoritos. Sí, esos mismos.