El caos reina en Antichrist, el controversial filme del director  Lars Von Trier, que nos lleva a los confines más oscuros y depravados de la naturaleza humana, cerca de dos horas de celuloide carentes de esperanza, misericordia y -mucho menos- amor. Aquí sólo hay cabida para el desespero, el dolor, la aflicción y mutilaciones tanto de la carne como del espíritu.

La película, que debutó la semana pasada en el canal de Pay-Per-View IFC On Demand, causó tremendo revuelo cuando estrenó este año en el Festival de Cannes. Para quienes estamos pendientes a las noticias cinematográficas, sus momentos más impactantes fueron revelados detalladamente por lo medios y se han convertido en el foco de la mayoría de sus discusiones. Sin embargo, la cinta es mucho más que esas violentas escenas.

Escrita por Von Trier mientras sufría de depresión, la cinta arranca con una sublime secuencia - filmada en blanco y negro y en cámara ultra lenta- en la que sus dos protagonistas (“él” y “ella”) tienen relaciones sexuales con una intensidad animal. Mientras continúan copulando en varios lugares del apartamento, su hijo se sale de la cuna y, fascinado por la nieve, se trepa en un escritorio y cae desde la ventana varios pisos hacia su muerte.

“Ella” cae en una profunda depresión y es hospitalizada por varias semanas. “Él”, un terapista, cree que puede curarla sin necesidad de medicamentos y la lleva a una cabaña en el bosque llamado Edén para someterla a angustiosas sesiones de terapia. “La naturaleza es la iglesia de Satanás”, le dice “Ella” a “Él” mientras están en el bosque. Antes de que termine el largometraje, usted podría estar de acuerdo con “Ella”.

Lo que acontece en Edén lo tendrá que descubrir usted mismo… si se atreve. Y no tome esto como un insignificante reto. Antichrist es una película difícil, cruda y perturbadora, del tipo que no se le recomienda a nadie pero, a la vez, que hay que verla para creerla. A pesar de que sabía a lo que me estaba exponiendo, la cinta me afectó bastante. Su verdadero significado aún me elude pero comparto en parte la interpretación del crítico Roger Ebert de que se trata de la propia y escalofriante versión de Von Trier del libro de Génesis.

Si es buena o es mala, cae en el campo de la subjetividad. Antichrist, al igual que Salò, es un filme que escapa a ese radical juicio valorativo. Simplemente existe y hay que experimentarlo. Pero aun así, hay muchas cosas de él que admiré muchísimo, entre ellas sus increíbles actuaciones.

Tanto Willem Defoe como Charlotte Gainsbourg, como “él” y “ella”, se entregan de lleno a sus difíciles papeles.Ambos plantean un dúo de actuaciones sumamente valientes y dos de las mejores del año. Mientras que, técnicamente hablando, la película es estéticamente impecable. Von Trier se aparta del Dogma 95 -que él ayudo a establecer- para entregarnos una cinta muy estilizada, con imágenes tan bellas como tenebrosas que parecen sacadas de una pesadilla. La atmósfera que crea es más que efectiva y aporta notablemente a la experiencia.

Lo que habrá querido expresar el director Lars Von Trier con su polémica cinta Antichrist sólo él lo podría saber. ¿Quién es el verdadero anticristo de su filme? ¿Las mujeres, como muchos críticos y cinéfilos han argumentado? ¿El propio Von Trier, quien a través de gran parte de su carrera ha sido tildado de misógino? Son pocos los que han argumentado que es el hombre, pero también se podría interpretar de esa manera.  He visto la película dos veces y todavía  no estoy seguro de la respuesta a esa interrogante. Lo que sí es incuestionable es que el cineasta danés quería provocar una reacción en el público, y vaya que lo logró.