Elle comienza con una estremecedora escena de violación y solo se torna más perturbadora de ahí en adelante, no tanto porque muestre algo peor sino por la manera como la víctima asimila el violento ultraje. Esta es una película incómoda, retorcida, perversamente cómica y reacia a la fácil clasificación, palabras que suelen describir el cine de Paul Verhoeven, el cineasta detrás de Robocop y Basic Instinct, uno de los mayores provocadores del séptimo arte que aquí realiza su mejor trabajo en décadas, gracias en gran parte a su protagonista.

La actuación de la gran Isabelle Huppert como la empresaria “Michelle Leblanc” es simplemente magistral y uno de los más complejos que ha tenido que interpretar en su larga y prestigiosa carrera, pues “Michelle” no asume el rol de víctima, sino todo lo contrario. Tras ser violada por el hombre enmascarado, la exitosa mujer recoge el reguero en su apartamento, se da un baño y ordena comida para la cena que comparte junto a su hijo que llega de visita. Porque Elle no es el típico filme de venganza –hasta que lo es- ni el drama de una mujer en busca de justicia. Al adaptar la novela de Philippe Djian, Verhoeven confronta al público con algo más enigmático y escurridizo.

El gancho inicial obviamente es dar con la identidad del violador de “Michelle”, una exitosa CEO de una compañía de videojuegos cuya más reciente creación contiene imágenes de violencia contra las mujeres no muy diferentes a las que se podrían ver en algo como Grand Theft Auto. Sin embargo, a medida que la trama avanza y conocemos más sobre ella, más obtusas se tornan sus motivaciones para entablar un juego del gato y el ratón con su violador, quien continúa dejándole mensajes amenazantes.

Una vez se revela el rostro del atacante –cerca del punto medio de la película-, el compás moral de la historia pierde su norte por completo y prácticamente todo se vale en este experimento psicológico que Verhoeven plasma en pantalla ataviado con el disfraza de un thriller convencional. En el centro de él se encuentra la incomparable Huppert y su magnética interpretación de un misterio encarnado, haciendo del pragmatismo de “Michelle” el mayor anzuelo del argumento. Resulta imposible apartar la mirada de ella, y no solo porque a sus 63 años continúa siendo una de las mayores bellezas cinematográficas.

El desenlace de Elle es donde habitan sus mayores problemas a raíz de las decisiones que toman los personajes. La resolución del conflicto central da paso a más preguntas, rascadas de cabeza y un sentimiento de incomodidad que podrían dejar un mal sabor de boca en los espectadores, pero todo esto es una invitación al debate que Verhoeven quiere incitar acerca de la misoginia y la manera como las violaciones son tratadas dentro de la sociedad. Para los que quieran participar de esa discusión, la conversación tras salir del cine será una parte esencial de la experiencia.