Esta tarde asistí a la primera función de “Pirates of the Caribbean: At World’s End”, tercera entrega de la aventuras del pirata “Jack Sparrow” y la cual le devuelve a la saga un ingrediente que -a mi entender- escaseó en la segunda parte de la serie: Johnny Depp.

En preparación para el estreno de la nueva película, esta semana me tiré el maratón de los dos capítulos anteriores. No veía la primera de principio a fin desde que salió en DVD hace ya unos años y al verla recordé por qué es que me gustó tanto. Es divertida, las escenas de acción están bien hechas, el diálogo es adecuado y la actuación de Depp como “Jack Sparrow” –cuya primera aparición en el filme es posiblemente una de las mejores en la historia del cine- es formidable.

Dos días más tarde, mi esposa me obligó a ver la segunda parte, algo que no hacía desde que se exhibió en el cine. Recordaba que era aburrida, las secuencias de combate se prolongaban demasiado, contenía una trama sumamente densa e incoherente y -para colmo- “Jack” fue reducido a un papel secundario. Pero, me dije “Que rayos. Quizás me equivoqué en mi primera impresión”. Pues no. Todas las fallas continuaban ahí y ahora eran aún más notables.

Luego de ver este desastre, mis expectativas estaban por el piso cuando me senté en la butaca para enfrentar lo que –presuntamente- sería el capítulo final de la saga. Pero entonces sucedió algo extraordinario. Los proyectores comenzaron a rodar y –luego de estar observando la pantalla por más de 30 minutos- me percaté de que me estaba divirtiendo. El sentido de aventura había regresado a la serie, sus partes cómicas funcionaban perfectamente y la trama hacía un poco más de sentido. Todo esto, sin que todavía “Jack Sparrow” apareciera un segundo en la cinta.

Cuando finalmente el intrépido pirata hace su retorno triunfal, la película mejora exponencialmente. El entusiasmo de Depp al interpretar a este excéntrico personaje se hace sentir en cada una de sus escenas y vuelve a ocupar un papel prominente en la historia por el resto de las casi tres horas de duración. Además, el regreso del actor Geoffrey Rush como el “Capitán Barbosa” –cuya presencia extrañé muchísimo en la segunda parte de la saga- es muy beneficioso para el filme.

Claro, el largometraje no deja de pecar en algunas partes. El liberto sufre de ciertos momentos de debilidad y no logra explicar claramente lo que está sucediendo. Llega un punto en la cinta en el que perdí por completo la noción de las lealtades y las intenciones de los personajes, especialmente en una escena cerca de la mitad en la cual ya no estaba seguro de quién estaba traicionando a quién. Pero, ¿qué se puede esperar de unos piratas?

No obstante, la película es lo suficientemente entretenida como para perdonarle esos tropiezos. Sus fortalezas superan a sus debilidades y le brindan a la serie una conclusión satisfactoria. En lo que a mi concierne, “Jack Sparrow” es nuevamente uno de los antihéroes más peculiares del mundo cinematográfico.

¡Ah! y antes de que se me olvide. Para quienes se paran y se van tan pronto comienzan a salir los créditos, quédense hasta el final para ver un breve epílogo. No es nada especial, pero les revela una grata sorpresa sobre dos de los personajes.

Será hasta la próxima.