Resulta desconcertante reseñar Loving dos semanas después de que Estados Unidos parece estar dirigido a retroceder a la intolerancia de la época en la que se desarrolla.

El largometraje escrito y dirigido por Jeff Nichols cuenta la verdadera historia de Richard y Mildred Loving, una pareja interracial –él blanco, ella negra- que en el 1958 desafió las leyes de Virginia al casarse. Nueve años después, su caso llegó hasta el Tribunal Supremo, que declaró inconstitucional la ley draconiana que prohibía las nupcias entre blancos, negros, marrones o cualquier otro color que se utilice para discriminar contra una persona, algo que evidentemente decenas millones de estadounidenses parecen cargar en su ADN desde la fundación del país.

Pero me estoy alejando del tema…

El filme se sostiene de las poderosas actuaciones de Joel Edgerton y Ruth Negga, poderosas no por lo que expresan sino por lo que esconden. Detrás de su aparente serenidad, ambos actores suprimen la furia de una pareja determinada a enfrentar los prejuicios de una sociedad podrida desde la médula, que no solo ven de reojo su relación, sino que la consideran un crimen castigable con décadas de prisión.

Negga es quien más se permite exhibir un poco de su frustración, al menos verbalmente, provocando en el espectador las lágrimas que ella se niega a derramar. Sus ojos dicen más que discursos enteros. Edgerton impresiona de igual forma con su interpretación de un hombre simple, reacio a involucrarse en problemas legales y cuya rabia por todas la injusticias las redirige hacia proveer para su esposa e hijos. Cuando uno de los abogados que lleva su caso le pregunta si hay algo que quisiera decirle a los jueces del Supremo, él responde: “Dígales que amo a mi esposa”.

No hay nada más que decir.

Por su parte, Nichols (Mud, Take Shelter) continúa demostrando el don que posee para contar estas historias de personas comunes y de campo involucradas en situaciones extraordinarias. El cineasta captura una colección de pequeños momentos que por separado no parecen decir mucho, pero que juntos exponen un profundo romance sin necesidad de recurrir a escenas de grandilocuencia, esas que sirven de carnada fácil para pescar nominaciones a premios. Su ritmo es pausado –a veces muy pausado-, pero como el fotógrafo de la revista Life interpretado por su fiel colaborador Michael Shannon, que entra al hogar de los Loving para captar imágenes de su día a día, su cámara se enfoca en lo que verdaderamente importa.