Desde el monumental éxito taquillero de Alice in Wonderland en el 2010 –incomprensible aún para muchos-, la reinterpretación de los tradicionales cuentos de hadas se ha convertido en uno de los ganchos favoritos de los estudios para atraer al público, reciclando historias más que conocidas que aspiran a emular la épica escala de The Lord of the Rings y revendiéndolas como nuevas. Hoy llega el más reciente ejemplo de esta modalidad con el estreno de Maleficent, producción de Disney que presenta los hechos de Sleeping Beauty desde la perspectiva de la malvada hechicera, sirviendo como un tipo de Rashomon al clásico animado.

El largometraje parte de la premisa de que la versión que la mayoría conocemos, acerca de la princesa que queda dormida tras pincharse el dedo con una máquina de tejer, no es la correcta. Mediante la narración de la protagónica "Maleficent" (Angelina Jolie), descubrimos que ella era un hada del bosque que se enamoró de un humano -el mismo que años después se convertiría en el padre de la princesa "Aurora"- pero cuando este la traiciona, la hechicera le impone el maleficio a la niña. Al principio parece que estaremos viendo el mismo cuento desde otro punto de vista, obteniendo información de por qué la villana es como es, pero esto cambia rápidamente. 

Transcurrido el primer acto, la guionista Linda Woolverton (Beauty & the Beast) reescribe el cuento de la película animada de 1959 para exponer a "Maleficent" como un personaje incomprendido que vela por el bienestar de "Aurora" (interpretada ingenuamente por una desaprovechada Elle Fanning) como si fuera su hada madrina. De inmediato es evidente por qué el proyecto atraería a Angelina Jolie, madre de varios hijos adoptivos, ya que el papel le permite manifestar sus naturaleza maternal canalizando la esencia de la icónica villa de Disney pero con nuevos matices de heroína. La actuación de Jolie es lo que mantiene la producción a flote, impartiéndole un aire de gravedad a una historia que la carece por completo.

La dirección del novato Robert Stromberg es típica de los cineastas que dan el salto del departamento de efectos especiales a la silla del director, enfocada estrictamente en las asombrosas imágenes que predominan en la temporada veraniega. La película se ve estupenda, combinando el uso de sets con efectos computarizados que dan vida a este fantasioso mundo. El ritmo de Stromberg va a todo galope, compactando el filme en 97 minutos, algo que resulta bienvenido en esta época donde la mayoría de los estrenos sobrepasan las dos horas sin necesidad, pero que este –irónicamente- se hubiera beneficiado de mayor duración para expandir el argumento.

Esto repercuta en que los personajes queden severamente truncados. Fuera de "Maleficent" –quien se beneficia más de la fuerte presencia de Jolie que de lo que hay escrito en el libreto- el resto queda circunscrito a meras descripciones para definir su carácter: la noble doncella, el vil rey, las tres hadas que cuidan de "Aurora" y cuyos nombres muy bien pudieron haber sido Curly, Larry y Moe. Y ni hablar del príncipe que no es más que una nota al calce.

La insignificancia del príncipe se debe a que Maleficent continúa promoviendo la nueva mentalidad de Disney, estudio que en años recientes ha llenado las filas de desempleo de príncipes azules sin princesas que rescatar. Al igual que Brave, Tangled y recientemente Frozen, Maleficent se va por el ángulo de destacar las relaciones entre mujeres, redefiniendo el concepto del “beso de amor verdadero” al que estuvieron sujetas durante décadas. La cinta no está a la altura de esas tres, pero al menos es cónsona en este aspecto progresista, y eso se le aplaude. El resto es otro de esos deleites visuales e insustanciales.