
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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A medida que la tecnología avanza, más se acercan a la realidad los humanoides provistos de inteligencia artificial que abundan en la ciencia ficción. Las preguntas que surgen en torno a su creación, sin embargo, continúan siendo las mismas desde que Isaac Asimov estableció las Tres Reglas de la Robótica y Philip K Dick se preguntó si los androides sueñan con ovejas electrónicas, cuestionamientos de índole éticos y morales vinculados tanto a las responsabilidades como repercusiones intrínsecas de la futura fabricación de estos entes.
La premisa de Morgan -ópera prima del director Luke Scott (hijo de Ridley Scott) y escrito por el igualmente novato Seth W. Owen- parte de estas preocupaciones al tomar a una joven creada a través de la nanotecnología y la manipulación genética para concebir una inteligencia artificial con un crecimiento extraordinario, capaz de alcanzar la adolescencia en menos de siete años. “Morgan”, interpretada por Anya Taylor-Joy, es custodiada por un grupo de científicos en un remoto laboratorio, donde se le permite salir y disfrutar de la naturaleza mientras una experta en conductismo (Rose Leslie) se encarga de monitorear su desarrollo emocional. Ante los ojos de todos ellos, “Morgan” es una jovencita como cualquier otra, incluso después de que esta apuñala a una de las científicas múltiples veces en el ojo.
El afecto que este grupo de doctores siente por “Morgan” aparentemente los ha embrutecido a tal nivel que no son capaces de ver que están viviendo con un Terminator, así que la compañía que financia su experimento envía a una experta en manejos de riesgos de nombre “Lee Weathers” (Kate Mara) para decidir si conviene terminar con el programa. Cualquier rastro de inteligencia que podría percibirse en el primer actor del filme se desvanece por completo una vez se introduce de lleno el personaje de “Morgan”, interpretado fríamente por Taylor-Joy sin el más mínimo destello del humanismo que cautivó a sus custodios ni el magnetismo que demostró en la estupenda The Witch a principios de año.
Lo que procede una vez se comprueba que la humanoide sufre de algo más que un simple “glitch” emocional no es más que una serie de estúpidas decisiones tomadas por personajes que se supone sean inteligentes para que la película pueda convertirse en el thriller genérico que tanto aspira a ser. El filme se desinfla rápidamente mientras vemos a “Morgan” fallar sangrientamente, despachando personajes de cartón a diestra y siniestra mientras “Lee Weathers” –encarnada robóticamente por Mara- intenta detenerla.
Entremedio de todas las preguntas éticas que el guión de Owen abandona más rápido que lo que toma darle “restart” a una computadora y las secuencias de acción ejecutadas sin destreza ni tensión, es posible saborear las muy breves apariciones de actores como Jennifer Jason Leigh –la científica apuñalada- y Paul Giamatti, como el psicólogo que examina a “Morgan”. Del reparto, estos son los únicos que sacuden la inerte película lo suficiente como para animarla. Más allá de estas dos excepciones, Morgan es una Ex Machina sin cerebro destinada al olvido inmediato.