“No Country for Old Men”: Del libro al cine
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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El pasado lunes asistí a una función para la prensa del aclamado regreso cinematográfico de los hermanos Ethan y Joel Coen, “No Country for Old Men”, pero mi preparación para este estreno comenzó hace un mes cuando compré la novela homónima del autor Cormac McCarthy en la cual se basa la cinta.
No acostumbro a leer los libros antes de ver las películas debido a que casi siempre quedo decepcionado con las adaptaciones que se hacen para la pantalla grande. El ejemplo más reciente lo fue “Perfume” que –a pesar de que estuvo muy bien filmada por el alemán Tom Tykwer- no fue capaz de capturar la magia narrativa de ese clásico literario de Patrick Suskind.
Por ese y otros casos similares es que ahora suelo leer el material original después de ver los filmes. Esta estrategia no es 100 por ciento perfecta ya que –tal y como me pasó cuando me enfrenté a la inmensa obra “The Lord of the Rings”- llego al escrito prejuiciado por la visión del director, limitando la libertad creativa de mi imaginación.
Pero con “No Country for Old Men” hubo dos cosas que me impulsaron a leer la novela. Primero, el estupendo trailer de la película y la profunda impresión que dejó en mi Javier Bardem en tan sólo dos minutos.
Segundo, recordé algo que me dijo uno de mis profesores universitarios -el actor y dramaturgo Rocky Venegas- en el curso de “Cine y literatura”:
“La razón por la cual a veces no te gustan las adaptaciones es porque cuando lees la novela ya tu tienes tu propia película filmada en tu cabeza. Cuando llegas al cine o al teatro, lo que estás viendo es la versión que está en la cabeza del director”, recuerdo que me señaló –con mucha razón- el profesor durante la primera clase.
Así que me leí la novela de McCarthy y quedé muy impresionado con ella. El autor maneja estupendamente el diálogo y el flujo de la acción haciendo que sea casi imposible no continuar con el próximo capítulo. Pero más aún me complace decir que la adaptación cinematográfica –cuyo guión fue escrito por los propios Coen- es una de las mejores que he visto y digna de todo el reconocimiento que ha estado recibiendo y le falta por recibir.
El largometraje es prácticamente extraído página por página del libro, con algunas omisiones y bien pocos cambios. Uno de los elementos que es exclusivo del filme es el característico humor negro del dúo de cineastas que ayuda a liberar la insoportable tensión. En la novela, los escasos momentos que inducen a la risa provienen del nerviosismo provocado por el psicópata “Anton Chigurh”.
Y ese es precisamente uno de los mayores aciertos de la adaptación: la magnífica exposición de los personajes por un excelente grupo de actores. De estos se destaca Javier Bardem como “Chigurh”, un asesino a sueldo quien a veces les da la opción a sus víctimas de salvar sus vidas si logran elegir correctamente en cuál lado cae la moneda que él lanza al aire.
Tal y como dije en la crítica –la cual pueden leer aquí- el tipo hace que “Hannibal Lecter” parezca “Forrest Gump”. Su mera presencia en una escena es suficiente para ponerle los pelos de punta a cualquiera, un testamento a la fenomenal transformación que logra el conocido actor español cuyo nombre no me sorprendería ver en la lista de los nominados al Óscar.
Por su parte, Josh Brolin, como “Llewelyn Moss”, ha disfrutado de un excelente año en la gran pantalla tras aparecer en “Grindhouse”, “American Gangster” y ahora esta película, que podría valerle varias nominaciones el año entrante. Siendo un fanático de la clásica “The Goonies”, me agrada ver este resurgimiento en su carrera.
Tommy Lee Jones es genial como siempre. A pesar de que el veterano actor ha encarnado a varios oficiales de la ley en su filmografía, nunca se sienten repetidos. La única falla de su sheriff “Bell” es que casi no se siente su presencia en la trama, algo que no concuerda con la narrativa del libro cuyos capítulos siempre comenzaban con una anécdota o reflexión suya.
El personaje desaparece por largos períodos de tiempo de la pantalla, por lo cual el final de la cinta podría carecer de fuerza para algunos espectadores. Quiero hacer la aclaración que tanto la novela como el largometraje concluyen de la misma manera, con un monólogo del sheriff. El problema es que en el filme sus decisiones se sienten un poco apresuradas mientras que en el libro llega a ellas de una forma más gradual.
Independientemente de este cambio, la conclusión transmite el mensaje de la historia efectivamente: las cosas en el mundo se están poniendo peor y no parece haber nada que podamos hacer para detenerlo. McCarthy no tiene mucha esperanza en el futuro de la humanidad -por lo menos si continuamos en este rumbo- y los Coen se mantienen fieles a su perspectiva.