La verdad es relativa. ¿Es todo lo que aparece en The Social Network cierto? No, pero no puede ni tiene que serlo. Al igual que muchas otras películas, su trama está basada en personajes y hechos de la vida real, pero la palabra clave es "basada". Del mismo modo que se adaptan novelas, este extraordinario filme es una adaptación de muchas realidades reconstruidas y dramatizadas con absoluta maestría.

Como público, nuestro deber primordial no es cuestionar la veracidad de lo que se nos presenta en pantalla. A quienes único les podría preocupar es a personas que aparecen representadas en la cinta, como Mark Zuckerberg, el estudiante de Harvard convertido en billonario a los 26 años tras crear Facebook, red social cuya metamorfosis de herramienta universitaria a las más grande del mundo digital se recrea en el largometraje.

El director David Fincher (Seven, Zodiac) y el guionista Aaron Sorkin (The West Wing) basan su estupenda colaboración cinematográfica en el libro The Accidental Billionaires, de Ben Mezrich, no para aprovecharse de la popularidad del portal cibernético, sino para traernos una cautivante pieza de altura llena de ambición, traición, intriga y engaños. Facebook es sólo un componente de la ecuación que, vista desde el macro, lo que persigue es colocar bajo una enorme lupa a la generación actual de la que han salido varios genios y visionarios de la industria de la Internet antes de alcanzar los 30 años edad.

Los talentosos cineastas atrapan nuestra atención desde la primera escena en la que nos presentan al personaje de Zuckerberg -interpretado por Jesse Eisenberg (The Squid and the Whale, Zombieland)- mientras comparte en una barra con su novia (Rooney Mara). El fulminante parlamento entre ambos, en el que ella le anuncia el fin de su relación, no sólo es el detonante que lleva a Zuckerberg a una reacción en cadena hasta crear Facebook, sino que establece el ritmo del resto de la película: rápido, perspicaz y sumamente inteligente.

Fincher y Sorkin estructuran la trama alrededor de dos deposiciones a las que Zuckerberg tuvo que comparecer tras ser demandado por la propiedad intelectual de Facebook. El efectivo método nos traslada constantemente de un tiempo a otro, comenzando con el incidente en la barra en el 2004 y regresando  una y otra vez a las deposiciones para escuchar más acusaciones de los demandantes contra Zuckerberg, quien parece más preocupado con lo que ocurre a las afueras de las oficinas legales que con los millones que podría perder.

Eisenberg es toda una revelación en un papel introspectivo en el que se consagra como uno de los talentos jóvenes más prometedores del medio. Obsesiva y compulsiva son dos palabras que sirven para describir su actuación, especialmente tras la ruptura de su romance. Zuckerberg llega a su dormitorio en la universidad de Harvard, comienza a intoxicarse y, en cuestión de horas, programa una página en la que los estudiantes pueden calificar a las alumnas del campus de acuerdo a su físico. Todo mientras detalla en su blog todo el proceso a la vez que aprovecha para insultar a su ahora ex novia.

El despecho no sólo llama la atención de la más alta jerarquía de la universidad, cuya red logró colapsar en una noche, sino de un trío de estudiantes miembros de un club ultra exclusivo que lo reclutan para crear una red social interuniversitaria. Zuckerberg toma la idea, la evoluciona y arranca con ella sin mirar atrás… ni dar crédito intelectual.

El filme está apuntalado por excelentes actuaciones que se le suman y complementan formidablemente la de Eisenberg. Andrew Garfield (Red Riding Trilogy, Never Let Me Go) encarna a Eduardo Saverin, el major amigo de Zuckerberg y cofundador de Facebook. Al Zuckeberg ser un personaje tan distante y aislado, Saverin es el que se lleva la mayor parte de nuestra simpatía como público, y Garfield proyecta la honestidad y genuina amistad requerida para conseguirlo.

Del mismo modo, el cantante Justin Timberlake se luce como Sean Parker, el creador de Napster que ve en Facebook una grandiosa oportunidad económica y se une al equipo creando fricción entre Zuckerberg y Saverin. Timberlake es más grande que grande en su papel, apoderándose de sus escenas con el enorme ego que caracteriza a su personaje, haciéndolo detestable y simpático simultáneamente.

Mención aparte merece la banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross que mantiene una atmósfera de tensión a lo largo de todo el largometraje por medio de ritmos electrónicos que concuerdan maravillosamente con el argumento central. La música no comete el gran pecado de dictar lo que debemos sentir, sino que se mantiene al margen como un valor añadido que enriquece subliminalmente la experiencia.

La gran ironía de la historia que se nos presenta en The Social Network yace en el propio Zuckerberg, la persona que se encargó de crear la red social más grande del planeta que, según lo que se expone en el filme, no podría ser más antisocial. El guión de Sorkin se esmera por proyectarlo como una figura trágica que en su búsqueda por ser popular y reconocido por sus pares, lo que consigue es apartarse cada vez más de ellos. Alguien que lo tiene todo, más dinero que el que jamás podrá gastar, pero al mismo tiempo no tiene nada.

El filme es lo que es gracias a la suma de sus partes, pero hay que destacar a Fincher, un cineasta que ha estado a la vanguardia de la cinematografía y sus tecnologías, y aquí lo demuestra de las maneras más sutiles, a veces hasta invisibles. Sin duda alguna es la obra maestra de una carrera llena de encomiables logros -como Seven, Fight Club y Zodiac-, constatando su indeleble aportación al séptimo arte.

Vivimos en tiempos cuando es costumbre salir de ver una película y querer anunciarle al mundo nuestra opinión. Tras ver The Social Network, no se sorprenda si se siente un poco extraño al entrar a Facebook para repetir este ejercicio. El filme es reflejo de nuestros tiempos, un retrato de las generaciones que convergen en esta época, por lo que entrar a la red social tras esta experiencia se torna un tanto alucinante, como mirarse en un espejo y notar detalles que jamás habíamos visto.