Sully
Clint Eastwood y Tom Hanks llevan a la pantalla el llamado "Milagro en el Hudson".

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
PUBLICIDAD
Tras escuchar ante un panel de expertos en seguridad de aviación la grabación del vuelo que ambos aterrizaron de emergencia sobre el río Hudson en Manhattan, el capitán Chelsey “Sully” Sullenberger y el copiloto Jeff Skiles –interpretados por Tom Hanks y Aaron Eckhart, respectivamente- piden un minuto para recomponerse tras revivir el trauma. Al salir al pasillo, “Sully”, en un tono que denota sorpresa y alivio, le dice a “Jeff”: “Hicimos nuestro trabajo”.
En eso se resume el llamado “Milagro en el Hudson”, el accidente aéreo del 2009 que increíblemente acabó con 155 personas sobreviviendo un aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson en Manhattan. El hecho de que nadie murió y la mayor lesión fuera una cortadura en una pierna, se debió a la rápida reacción de un grupo de expertos que, en efecto, hizo su trabajo. Pero como toda hazaña de esta magnitud necesita de un héroe, la historia eligió a “Sully” como su campeón, aunque su humildad jamás le ha permitido aceptar el crédito por sí solo.
Desde los rescatistas que socorrieron a las decenas de personas que esperaban ayuda sobre las alas del avión en una congelada mañana de enero, hasta los controladores aéreos y las azafatas que siguieron los protocolos de emergencia al pie de la letra, todos reciben sus merecidos aplausos en Sully, el filme dirigido por Clint Eastwood que presenta el famoso hecho con estremecedora verosimilitud a la vez que examina la naturaleza del heroísmo.
El libreto de Todd Komarnicki se enfoca en la investigación post accidente, con la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB, por su siglas en inglés) sirviendo de antagonista a una historia que en realidad no la necesitaba, pues la realidad es que los miembros de esta agencia –también- estaban haciendo su trabajo. Pero la estructura de drama judicial (con todo y el inevitable desenlace triunfante dentro de una sala tipo tribunal) logra convertir lo que fácilmente pudo ser un documental en un filme más convencional.
Eastwood recrea el accidente sin escatimar en los escalofriantes detalles, haciendo de las secuencias a bordo del avión que pierde las dos turbinas justo después del despegue una genuina película de terror para cualquier persona que padezca del más mínimo temor a volar. Hanks se encarga de exacerbar este sentimiento con una reservada actuación que lo mantiene entre el shock post traumático y la seguridad de un hombre que sabe que hizo lo correcto para salvar decenas de vidas.
Heroísmo, suerte, milagro… independientemente de cómo lo vea, lo cierto es que esta era una historia que merecía ser contada, y si bien Sully nunca trasciende cinematográficamente las limitaciones dramáticas de su realidad, tampoco peca de caer en la hagiografía barata que suele verse en las películas de Peter Berg, como Deepwater Horizon y Lone Survivor. El enfoque de Eastwood está en los hechos, y no hay nadie mejor que Hanks para encarnar a un bonachón. Juntos realizan la mejor película que se podía hacer de este suceso.